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Juan, en su Evangelio, dedica un capítulo para hablar de la resurrección de Lázaro, un amigo muy estimado por Jesús. Cuando llega Jesús, después de unos días muerto Lázaro, Marta sale a su encuentro y se da un diálogo entre los dos. Vida, muertre y resurrección son tres palabras clave en este encuentro.

Al saludarlo Marta le dice: “si hubieras estado aquí no se habría muerto mi hermano”. Marta reconoce que la falta de Jesús nos acerca a la muerte. Quizás esta muerte de Lázaro tenía relación con un alejamiento del camino de Jesús.

Jesús la tranquiliza anunciándole que su hermano resucitará. Marta, de manera dogmática, responde que todos resucitaremos el último día. Marta cree en una resurrección en abstracto.

En este momento Jesús nos muestra en pocas palabras cómo hemos de vivir: “yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo aquel que viva y crea en mí, no morirá nunca más”.

Jesús no nos habla en abstracto. Desde que comenzó a anunciar el Reino, Jesús acompaña sus palabras con hechos. Toca, literalmente, a las personas. Les ayuda a volver a la vida. Les hace ver su dignidad y les invita a ser libres.

Él es la resurrección. Pero, ¿qué quiere decir la resurrección? Resucitar es nacer de nuevo, abrirse a una nueva vida, levantarse. Por lo tanto, hemos de morir a aquello que no es vida. Seguramente Lázaro tenía que pasar por un proceso de muerte para encontrar realmente el sentido de la vida que le proponía Jesús.

En este pasaje de la muerte de Lázaro aparece mucha gente. Sus hermanas, los judíos que vienen de Jerusalén a dar el pésame, los discípulos que acompañan a Jesús… La resurrección no es un hecho individual, es un proceso colectivo de conversión. Cuando una persona encuentra o reencuentra el camino de Jesús, vive algo especial que no se queda en él mismo, sino que va más allá, revierte en sus prójimos. Se traudce en hechos.

Si tomamos las palabras de Jesús y las releemos en clave de reconciliación, podríamos escucharlas así: “Quien cree en mí, aunque caiga, se levantará…”. Somos humanos y estamos expuestos todo el tiempo a caer en situaciones de muerte, pero si somos conscientes de que a pesar de nuestras limitaciones Dios está presente, siempre podemos salir como Lázaro a abrazar a Jesús que llora conmovido por nosotros.

Nuestros familiares y amigos difuntos ya están con Dios. Cuando pensamos, y con el corazón estamos con ellos, este hecho establece un puente entre nosotros y Dios. Jesús le dijo cariñosamente a Marta: “todo aquell que viva y crea en mí, no morirá nunca más”. Si vivimos creyendo en Jesús, la muerte material no es más que un proceso natural. En clave cristiana, morir a veces es necesario para aprender a vivir el camino de Jesús.

Texto: Javier Bustamante
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza