Escribo estas líneas bien entrada la cuaresma de este año. Aprovechando este tiempo litúrgico y habiendo comentado en la anterior entrega la noción de la forma fugada, creo que es un buen  momento para introducirnos en una obra de Bach de aire místico-espiritual-religioso acorde con este tiempo fuerte. Me refiero a la Misa en si menor BWV 232 o Gran Misa Católica del compositor sajón.

Querría recordar que J.S. Bach era un ferviente y devoto luterano, pero que en 1733 se le pidió desde la Capilla católica de la corte de Dresde que compusiera un Kyrie y un Gloria del «ordinarium» de la misa latina católica. Se sabe con certeza que el Sanctus ya lo había escrito para una Navidad en Leipzig y que el resto de la composición proviene de diferentes épocas. Sin lugar a dudas es, junto a la Misa Solemnis de Beethoven, la cumbre del arte musical en este género. En 1845 la Misa se publica entera  por primera vez y se cree que el Credo, Hossana, Benedictus,  Agnus Dei y Dona Nobis Pacem, nunca los escuchó en vida el compositor.

Paso a comentar brevemente algunas de las secciones de la Misa. El Kyrie es muy largo y comienza de forma muy potente continuando con una inmensa fuga desarrollada por el coro a cinco voces: el sentimiento es de súplica, de angustia, hasta el acorde final que libera la tensión.

El Christe también es suplicante y a dos voces para acabar con el segundo Kyrie majestuoso y severo. El Gloria es conocido por “Canto Angélico” porque es la aclamación de los ángeles a los pastores que les anuncian el nacimiento de Jesús en Belén, y se abre de forma festiva y brillante con intervención de trompetas y timbal. A destacar la placidez y dulzura, por un lado, y el júbilo, por otro, del Ludamus Te que canta una de las dos sopranos, y el canto de acción de gracias del Gratias Agimus Tibi y el aria de bajo con su voz robusta que Bach siempre pone en boca de Jesús o Vox Christi.

Hay que hacer notar la finura teológico-musical de Bach, pues cada párrafo del texto tiene su correspondencia musical adecuada. Por ejemplo, en el Et Incarnatus Est del Credo, hay una figura musical descendente que viene a significar el descenso de la Divinidad al mundo de los Humanos, el Misterio de la Encarnación. En el Et Sepultus se acentúa la expresión fuertemente dramática con las voces en lo más profundo de su tesitura. En el Et Resurrexit la música es explosiva y brillante con un carácter triunfal a modo de fanfarria. Es decir, que la letra de toda la música de Bach tiene un secreto musical significativo, la composición musical nunca es al azar y siempre tiene una relación estrecha con el acontecimiento que el libreto narra.

Para el que quiera profundizar en este aspecto, le aconsejo un libro excepcional titulado Bach, repertorio completo de la música vocal, de Daniel S. Vega Cernuda (editorial Cátedra).

Hasta la próxima entrega, deseo a todos una buena y santa Pascua.

Por Xavier Torres