Justo después de una semana del atentado terrorista en Las Ramblas, la calle más famosa de Barcelona, he podido pasear y vivenciar el ambiente surgido de la cruel realidad acontecida. Es un hecho que no deja indiferente y que cuestiona muchas preguntas del porqué de lo sucedido. Las Ramblas siempre son un espectáculo por la diversidad y multitud de personas que pasean en ella. Desde el día del atentado representa otro espectáculo muy distinto porque es donde se ha vivido una tragedia y como resultado han muerto víctimas inocentes y hay heridos.

Lo más sorprendente del pasear ahora por Las Ramblas es respirar un ambiente de profunda solidaridad, visible a través de muchos gestos que impresionan y que sólo percibes si estás presente. A lo largo de esta calle se han creado muchos espacios para dedicar un homenaje a las víctimas. Cada espacio muestra una variedad de elementos que son como ofrendas: velas, escritos, flores, globos, muñecos, etc. Y, sobre todo, sorprende observar los gestos humanos que expresan dolor, tristeza, rabia, agradecimiento,…

Es un contraste de sentimientos que cuestan verbalizar. En estos gestos, desde el primer instante de lo sucedido, se exclamó: “no tengo miedo” y Barcelona de forma unísona ha gritado “no tenemos miedo”. En el contexto cristiano, cuántas veces hemos leído en los Evangelios que el mismo Jesús dice a sus discípulos “no tengáis miedo”. Esto implica ser valiente, mostrar una actitud de coraje a pesar del desconcierto y de la búsqueda de un consuelo para encontrar tranquilidad y paz.

En estos gestos también se observa una actitud de oración que es indescriptible, pero que ante esta situación, tanto si eres creyente como no, surgen desde la interioridad de la persona gestos de recogimiento y expresiones de plegaria: una oración, un canto o simplemente compartir el silencio. Impresiona sentir esta “comunión” con tantos desconocidos de diversas culturas, razas y creencias, pero lo cierto es que este silencio espiritual posibilita acercarnos. Este silencio personal y singular permite rezar a una “fuerza superior” para suplicar esperanza y comprensión para amar.

Es conocida la oración de San Francisco de Asís Hazme un instrumento de tu paz que invita: “Que allá donde hay odio, yo ponga el amor. Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón. Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión. Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.” Esta oración universal expresada desde nuestro corazón es el gran grito que ha de conmover y modificar actitudes para ser instrumentos pacificadores para frenar la violencia, el odio, la guerra, los atentados,… Sólo desde la paz interior y desde nuestro compromiso humano y también espiritual podremos consolar, comprender y amar.

Texto: Assumpta Sendra Mestre

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