Lucas, en su evangelio, nos hace referencia a varios momentos de la pasión y muerte de Jesús. Uno muy impactante es el diálogo que se da entre los tres crucificados. Es decir, Jesús y sus dos compañeros de suplicio.

Como con un zoom, Lucas nos aproxima al nivel alto de las cruces y podemos escuchar aquel momento tan íntimo. Aunque con la misma suerte, la tres muertes fueron diferentes, cada una resumen de una vida. Por un lado, el primer hombre rechaza la vida, trasladando su rechazo a la propia muerte y la no responsabilidad de sus actos. Por otro lado, el llamado buen ladrón que es capaz de aceptar el momento presente como fruto de la vida que llevó. Y, por último, podemos percibir el silencio inicial de Jesús ante el diálogo de los otros crucificados y después la acogida que hace de la situación. “Hoy estarás conmigo en el paraíso”, le responde al segundo. Al primero, como se había cerrado en su posición, no puede acceder a su corazón.

Esta misma respuesta nos llega a todas y todos cuando somos capaces de aceptar nuestra condición vital, la que sea. Comenzar a vivir el paraíso ya en la tierra. Si nos abrimos al misterio que somos y que es la vida, podemos leer en los acontecimientos aquello que debemos hacer. Requiere mucha humildad, porque siempre que adoptamos esta actitud nos encontramos en nuestros propios límites: cómo vivir a partir de la salud que poseo, cómo relacionarme con las personas que me rodean desde el carácter que tengo y que tienen, cómo gestionar los recursos económicos que puedo generar, cómo manejar la frustración ante todo lo que no puedo hacer o tener…

La humildad requiere mucha escucha hacia uno mismo y hacia nuestro entorno.

La vida no es igual para todas ni para todos, pero estamos llamados a vivirla. De igual manera que estamos llamados a morir como seres limitados que somos. Cada quien tendremos nuestra forma de morir, no sabemos cómo ni cuándo. Por este motivo, hay que ser conscientes de la importancia radical de vivir el presente, aceptar serenamente que somos como somos o no seríamos.

Y así como estamos llamados a vivir y a morir, también estamos llamados a la santidad. Y, ¿qué es la santidad? Darnos cuenta de que no estamos solas ni solos, salir de nosotros mismos para encontrarnos con el resto de la Creación, conocerla y amarla tal como es. Este encuentro humilde y entrañable nos pondrá en el camino de Dios. La humildad es liberadora.

Texto: Javier Bustamante
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza

 


 

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