Contemplé un día una puesta de sol. Subido a una peña observaba el rojizo sol que coloreaba el mar y las nubes del horizonte. Una brisa suave movía las ramas de los verdes pinos mediterráneos y me acompañaba la música natural de los trinos de los pájaros, que revoloteaban por el cielo.
Sentado en esta peña, incómodo –me di cuenta después-, contemplaba absorto aquella puesta de sol y recordaba la anécdota que cuentan de aquellos dos famosos pintores, Santiago Rusiñol y Ramón Casas, los cuales, al acabar la puesta de sol que contemplaban, se levantaron y, como si hubieran escuchado una maravillosa interpretación en el teatro de la Ópera, prorrumpieron en aplausos… al Creador de este Universo, que hace las cosas tan bellas.
Más de uno comparará las puestas de sol al fin de la vida de las personas. Quizá parezca que disminuye la potencia del sol porque somos capaces de mirarlo cara a cara.
Tal vez pensemos que la vida del hombre es también así, que languidece al pasar los años. Pues sí y no.
Primero, démonos cuenta de que el sol no se «apaga», sino que es la inclinación de sus rayos lo que hace parecer que pierde su fuerza, que agoniza.
Lo mismo sucede en la vida humana. Podría parecernos que la vejez de una persona revelara que ésta sucumbe, se degrada… Y sin embargo, es como el sol, llega a un ocaso, pero sigue siendo esta persona –un ser lleno de vida- que vive la vida, aun muriendo.
Josep Lluís Socías Bruguera
Voz: Santos Batzin
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza
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