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La vida del ser humano es búsqueda. Desplazamiento de un lugar a otro, de mi yo a lo que no es mi yo. Del hambre y la sed a la saciedad de estas necesidades. De la soledad a la compañía. E, incluso, de la compañía a la soledad.

La búsqueda nace, pues, de una necesidad, de la sensación de que nos falta algo, de un desequilibrio. A partir de esta sensación es que uno echa a andar. Y en el camino descubre y aprende, disfruta y sufre. Los seres humanos nacemos carentes, esa condición es la que nos hace salir de nosotros mismos, pedir y después dar. Lo primero que hacemos al nacer es buscar el pecho materno y saciar el hambre y la necesidad de proximidad y calor. Y si no lo tenemos en el momento que lo necesitamos, lloramos y gritamos hasta conseguirlo. Después vamos ampliando los movimientos y las necesidades y nos vamos integrando al núcleo humano al que pertenecemos.

En esos momentos es vital la o las personas que satisfacen nuestras necesidades de todo tipo. Hasta que llega el momento de nuestra vida en que no sólo somos necesitados, sino también necesarios. Pasamos de sólo pedir a también dar. Y vamos tejiendo nuestras relaciones humanas entre la dependencia y la independencia, llegando así a la interdependencia.

Aunque sea de manera inconsciente, toda búsqueda es búsqueda de la verdad. Incluso cuando somos bebés, lo que buscamos es aquello que nos hace bien. En nuestro recorrido vital esa búsqueda va tomando muchas formas y va encontrando muchos caminos. En ocasiones son caminos que dan infinidad de vueltas o que son más directos. En ocasiones adquieren formas incomprensibles y hasta dolorosas, o se manifiestan de manera sencilla y llana.

En el tema de la verdad siempre hay discrepancias entre si existe una sola verdad o si cada quien tiene su propia verdad, si hay verdades a medias o absolutas. Lo cierto es que hay tantas maneras de encontrarse con la verdad como seres humanos. Lo que para unos es verdadero para otros no lo es. Lo que hace un siglo se tomaba como válido, ahora puede ser desechado. Llegado a este punto podemos preguntarnos sobre si existen verdades universales e inamovibles…

La verdad suele definirse como una conformidad o concordancia entre lo que se dice o se piensa de algo y ese algo que existe en la realidad. Partiendo de esto, la búsqueda de la verdad es todo ese recorrido entre lo que nuestros sentidos nos revelan sobre la realidad y la elaboración racional que hacemos de ello. La verdad puede llegar a ser una convención, algo acordado por un colectivo, y por tanto, algo manipulable. Por lo mismo, la verdad es algo que siempre debe estarse revisando, remirando, repensando.

Santa Teresa de Jesús decía que la humildad es andar en verdad. Aquí hay tres términos que se conjugan: humildad, andar y verdad. Para llegar a la verdad es necesario desplazarnos, andar, no aferrarnos a una sola visión de las cosas. Y, por sobre todo, ser humildes. La humildad nos lleva a la verdad, sí, pero la verdad sin la humildad se vuelve dura y no responde a la realidad.

Cuando somos humildes podemos acercarnos a la realidad desde lo que somos y, de esta manera, podemos aprender de ese libro abierto y captar con más hondura la verdad de las cosas. La verdad de nosotros mismos.

La verdad es humilde o no es verdad.

Texto: Javier Bustamante
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza