Tenemos que aceptar la humildad de que hemos de nacer a la vida sobrenatural. La fe es nacer a una vida nueva; la fe es frágil, la fe se puede perder, hay que cultivarla. Si no se tiene fe, la oración no es tal, la caridad tampoco, sería un acto simplemente social. Hemos de nacer a la vida sobrenatural por la maternidad, maternidad en la Iglesia, maternidad de María. María siempre como signo de la Iglesia: la Santa Madre Iglesia.

Tenemos que aceptar que la vida sobrenatural que nos viene de Dios, viene por mediación materna de la Virgen María. El Verbo de Dios, la segunda Persona, se gozó, se anonadó al hacerse pequeño y nacer de una mujer; Él, eterno desde toda la eternidad. El Verbo de Dios nació, se dejó nacer. Nosotros también tenemos que aceptar con gozo que vamos naciendo a la vida de la gracia por la maternidad de María, que es madre por obra del Espíritu Santo, como dice el Evangelio.

¡Cuánta falta hacen seglares, mujeres y hombres, solos y asociados, en la comunidad parroquial, en grupos que quieran vivir el cristianismo a fondo, teniendo devoción, pidiendo, esperando, amando! Si promovemos la devoción a la maternidad de María por obra del Espíritu Santo, es como surgirán dichas vocaciones. Ella es el vientre fecundo que puede dar a la Iglesia la alegría de nuevos hijos. Jesús es milagroso con la fecundidad. Pidámosle, en estos momentos en que parece que la Iglesia está falta de nuevas personas, que se abran al Espíritu de Dios para vivir el cristianismo según las múltiples vocaciones; pidámosle que, por intercesión de María que es Madre, podamos de nuevo ver una repristinación del cristianismo; no para ser triunfante al estilo de este mundo, sino para ser más humildes, más últimos, más sencillos, más dados a los pobres.

Texto: Juan Miguel González-Feria
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza

 


 

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