Ante el milagro de los panes y los peces que aparece en el evangelio de Juan, en su capítulo 6 (1-15), podría quedar un poco escondida una tentación que el evangelista relata de esta forma: “Jesús, entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña, él solo”. Lo tenía muy fácil: las masas lo aclamaban, era un buen líder, de palabra convincente, de gestos prodigiosos… pero Jesús huye de esta tentación y se va solo, como solía hacer cuando oraba.

La tentación del poder. Hay una novela histórica reciente de un cura catalán residente en Colombia, Martí Colom. Se llama La renuncia y hace referencia a la renuncia histórica de Celestino V al papado porque notaba que le podía entrar el virus del poder.

¡Cómo nos aferramos a nuestra parcela de poder, grande o pequeña! Nos imaginamos que el poder es bueno y que lo hemos de arrebatar para ejercerlo mejor que los otros. Y nos equivocamos. Es famoso el aforismo de Lord Acton: “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Y hay que añadir que, cuando este autor habla de poder, hace referencia a todo tipo de bien como el dinero que puede comportar a la corrupción del ser.

Previamente, en este mismo pasaje de la multiplicación, el Señor nos ha dado tres claves para no caer en esta tentación: en primer lugar, organizarnos con un gesto tan sencillo como sentarse sobre la hierba. Sentarse. Es completamente diferente decirnos las cosas sentados que de pie, en un pasillo, a las prisas… Sentarse, pero no en cualquier lugar. Sentarse en la hierba. Aquí hay toda una entrada en contacto con la naturaleza de la cual formamos parte.

Leí una entrevista hecha a Mussei Zerai, sacerdote de Eritrea de 43 años de edad, fundador de la asociación Habeshia. Él fue nominado al Premio Nobel de la Paz, ya que se calcula que desde el 2011 ha salvado 150 mil personas que cruzaban el mar Mediterráneo. Don Barcone, como lo llaman, cuando se presenta dice: “mi idea política es amar al prójimo como a ti mismo y al planeta…”. Este amar al planeta me ha hecho pensar en la Laudato Si, del papa Francisco, que habla también de la naturaleza y el poder: “Se vuelve indispensable crear un sistema normativo (…) que asegure la protección de los ecosistemas, antes que las nuevas formas de poder (…) acaben arrasando no sólo la política, sino también la libertad y la justicia” (n. 53).

La segunda clave que nos da Jesús es hacer red. Red que sirve para compartir lo poco que cada uno trae: comienzan con cinco panes y dos peces que, puestos en manos de Jesús, se multiplican. También aquello que nosotros somos o tenemos, si lo sabemos compartir en red y lo sabemos poner en manos de Dios, lo multiplicamos. Nos dicen los expertos que en las redes sociales hay una manera de hacer que contribuye a todos a estar en un mismo plano. Es otra manera de dialogar.

En tercer lugar, y no el menos importante: saber agradecer sinceramente. El poderoso suele ser desagradecido porque usa a los otros sólo al servicio de sus ambiciones.

Para concluir, podríamos decir que la Eucaristía nos salva del poder porque nos hace sentarnos juntos a escuchar la Palabra, nos estimula a hacer red de servicio y es, toda ella, una acción de gracias cósmica, como aquella misa sobre el mundo de la cual hablaba el P. Teilhard de Chardin.

Texto: Jaume Aymar
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza

 


 

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