Por Jaume Aymar. Una de las palabras más votadas del 2018 ha sido feminismo, juntamente con mujeres. También el pasado año el neologismo más popular ha sido la palabra “sororidad”, que quiere decir fraternidad femenina.
El primer día del año contemplamos a María en el misterio de su maternidad divina, preguntémonos cómo ilumina la Virgen este feminismo que está en boca de muchas y muchos.
El padre Leonardo Boff, en un libro sobre el Avemaría, dice que la condición femenina no es exclusiva de la mujer, sino que es un factor determinante de todo el ser humano, masculino y femenino. Naturalmente, las mujeres personifican más explícitamente la dimensión femenina, por eso son mujeres y no hombres, no obstante también está presente en la mujer la dimensión masculina. Los hombres, en cambio, explicitan la dimensión masculina: por eso son varones y no mujeres, no obstante que también en los hombres es presente la dimensión femenina.
En la condición femenina encontramos una constelación de cualidades: fineza, ternura, vitalidad, intimidad, sentimiento, donación, receptividad, cuidado, calidez, que en la historia de la salvación vemos aparecer como manifestaciones de Dios mismo. En la Biblia Dios se nos presenta como una madre que reconforta (Isaías 66, 1-3), como una madre que tiene siempre presente al hijo de sus entrañas (Isaías 49, 15; Salmo 25, 6; Salmo 116, 5), que lo protege (Os 11, 4), que seca sus lágrimas (Ap, 21, 4). Dios, pues, no es solo un Padre bueno, es también Madre tiernísima. La salvación es la obra afectuosa de Dios-Madre. Y María fue el instrumento privilegiado de esta dimensión femenina. En ella la feminidad existencial y universal se ha encarnado (Cf. L. BOFF, L’Avemaria, Barcelona: Claret, 1981, p. 30-31).
El día primero del año es también la Jornada Mundial de la Paz. El mensaje del Papa Francisco este año lleva por título La buena política está al servicio de la paz. Cita las bienaventuranzas del político propuestas por el cardenal vietnamita François-Xavier Nguyên Vân Thuân, quien se pasó 13 años en la prisión y murió el 2002.
Me permito transcribirlas en plural y extenderlas a hombres y mujeres:
Bienaventurados los políticos y políticas que tienen una alta consideración y una profunda consciencia de su papel.
Bienaventurados los políticos y políticas que reflejan credibilidad.
Bienaventurados los políticos y políticas que trabajan por el bien común y no por su propio interés.
Bienaventurados los políticos y políticas que permanecen fielmente coherentes.
Bienaventurados los políticos y políticas que realizan la unidad.
Bienaventurados los políticos y políticas que están comprometidos a llevar a cabo un cambio radical.
Bienaventurados los políticos y políticas que saben escuchar.
Bienaventurados los políticos y políticas que no tienen miedo.
Relacionándolo con lo que comentábamos al principio, hoy, de los 193 países del mundo sólo 16 son regidos por mujeres. Es poco. Es verdad que hay una corriente importante que hace que las mujeres ocupen lugares de más responsabilidad y lo hacen a su estilo, pero también es verdad que muchas ya gobiernan sus casas con este estilo propio. Francisco comienza su mensaje glosando las palabras de Jesús “Paz en esta casa”. Y explica que la casa mencionada por Jesús es cada familia, cada comunidad, cada país, cada continente, con sus propias características y con su historia: es, sobre todo, cada persona sin distinción ni discriminación. También es nuestra “casa común”: el planeta en el cual Dios nos ha colocado para vivir y al que estamos llamados a tener cuidado con interés.
Texto: Jaume Aymar
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