El beato mallorquín Ramon Llull cumple este 2016, 700 años de su muerte. Gracias a un proceso de conversión decidió dedicar su vida a proclamar el cristianismo, llevando el mensaje de Jesús a otras culturas. Además compuso importantes tratados de ciencia y humanidades.
Uno de sus libros más conocidos es el Libro de Amigo y Amado. Originalmente era un libor destinado a alimentar el amor y la devoción de los ermitaños por Dios. Este libro tiene 365 escritos de carácter místico, donde van dialogando el Amigo, en quien se puede ver representada cualquier persona que lea el libro, y el Amado, Dios.
Uno de los diálogos más emotivos es el siguiente:
Cantaba el pájaro en el vergel del Amado. Llegó el amigo, que dijo al pájaro:
-Si no nos entendemos por el lenguaje, entendámonos por amor; porque en tu canto se representa a mis ojos mi Amado.
En este hermoso diálogo, vemos cómo hay un mediador entre el amigo y el Amado: un pájaro. El canto del pájaro despierta la sensibilidad del amigo hacia algo que hay más allá de los sentidos. O que, gracias a los sentidos, podemos captar.
¿Quién emite ese canto que nos alerta? Es un pájaro. Acaso una evocación de los ángeles. Los ángeles suelen ser mensajeros de Dios. Dios se vale de muchas maneras para transmitirnos mensajes. Estas maneras -personas o situaciones- nos ayudan en momentos determinados de la vida a reorientar nuestro corazón hacia el amor.
En el diálogo compuesto por Ramón podemos apreciar una progresión. Se decribe el pájaro cantando en un jardín, el jardín del Amado. Ese jardín es la misma realidad, la creación. Cuando yo soy consciente de que la realidad en que vivo es parte de ese jardín, puedo apreciar que hay pájaros cantando. Realidades y personas que ma hablan de Dios.
El amigo “llega”. Es decir, hace un movimiento de salir de sí para entrar al jardín del Amado. Toma consciencia. Entonces es capaz de decir al pájaro: “de entrada no te entiendo, parece que hablamos lenguajes distintos, entendámonos por amor…”. Ese acercamiento progresivo va abriendo mi corazón “a las cosas de Dios”.
Las palabras finales son decisivas: “en tu canto se representa a mis ojos mi Amado”. Aquí hay una conexión de sentidos y sensibilidades. Gracias a que me dispongo a escuchar, es decir, a guardar silencio, a callar mi ego, soy capaz de contemplar a Dios. Y a Dios se le contempla, precisamente, en lo creado y con los sentidos bien abiertos, para que el mensaje llegue al corazón.
Este diálogo tiene resonancia evangélica. ¿Acaso no decía Jesús: quien tenga oídos para oír que escuche y quien tenga ojos para ver que vea?
¡Ojalá podamos afinar los sentidos para captar la infinita cantidad de pájaros que nos invitan a mirar a Dios!
Texto: Javier Bustamante
Múscia: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza
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