Si hacemos un recorrido muy silvestre por los evangelios siguiendo aquellos momentos en los cuales los redactores hacen presente a María, la madre de Jesús, veamos qué sucede.
Primeramente encontramos el anuncio que el arcángel Gabriel hace a María. María, aquí, se encuentra sorprendida por la Buena Noticia del ángel y, de la sorpresa, pasa a la acogida de la Palabra de Dios y a la aceptación gozosa de lo que venga. ¡Confianza absoluta!
La siguiente escena donde se enfoca a María es en la visita que hace a su prima Isabel. El ángel le hace saber, en el anuncio, que también su prima será madre de un modo admirable. María se desplaza ya en sus primeros meses de embarazo y se encuentra con sus prima. Encuentro de mujeres que comparten la misma suerte. Suerte que el fruto de sus vientres también compartirán. Anunciar el Reino de Dios, trabajar cada uno a su manera por extenderlo en la tierra y morir a causa de ello. Podemos suponer que María permaneció con Isabel hasta el nacimiento de Juan.
Uno de los momentos centrales de los evangelios es el nacimiento de Jesús. Aquí se dibuja ya la manera de estar de él entre los más desfavorecidos, naciendo como uno de ellos. María da a luz a su hijo en las condiciones más adversas. Quizás más mujeres de su época tuvieron que verse en su misma condición. Muchas mujeres de nuestra época ven nacer a sus hijos en pateras, en campos de refugiados, en la incomprensión familiar, en el desamparo económico…
No obstante, contrastando con la situación precaria, vemos también la alegría de los más pobres ante el nacimiento de un nuevo ser. Y de los más alejados que viven buscando porqués en su vida. Sabios que salen de su zona de confort movidos por la búsqueda de la verdad.
La familia, después, se ve obligada a huir a Egipto para proteger al recién nacido. Los poderosos del mundo siempre han temido lo que no conocen e intentan acabar con vidas inocentes por miedo a perder su estatus.
Otro recuerdo de la infancia es el “extravío” de Jesús en una peregrinación hacia Jerusalén. José y María lo pierden de vista por varios días. Después lo hayan en el templo, haciendo uso de la palabra entre los sabios del mundo. La angustia de los padres hace recriminar a Jesús su actitud. Él, con naturalidad, se posiciona como lo hará en su etapa adulta: enseñando caminos diferentes para llegar al Padre.
Años más tarde, en medio de unas bodas en el pueblo de Caná, María exhorta a Jesús para que devuelva el sentido a la fiesta. Simbólicamente representado en la conversión de agua en vino, Jesús saca lo mejor de las personas a las que trata.
Los evangelistas también muestran un gesto decisivo del mensaje de Jesús, cuando hacen aparecer a su madre y sus hermanos que lo buscan y él muestra que su familia es de manera extensa todo aquel que realmente se siente hijo de Dios. No se rebaja a María con este gesto, por el contrario, se eleva a toda la humanidad a la posibilidad de ser otra María acogiendo a Dios en su persona.
Casi por último, vemos a María al pie de la cruz. Dolorosamente fiel, abnegada, “crucificada” con su hijo. Muriendo de sufrimiento con él, pero sin perder el sentido y la esperanza de todo lo vivido los últimos años a su lado.
Finalmente, en Pentecostés la veremos congregada con las y los discípulos de Jesús. Abierta a la acción del Espíritu. Como una columna vertebral al rededor de la cual se distribuyen todos los miembros del cuerpo.
Cuántos verbos en la vida de María: desde la acogida confiada de la Palabra de Dios, hasta su entrega misionera en el anuncio del Reino.
Áudio: Los verbos de María
Texto: Javier Bustamante
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza
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