2. ¡No nos quedamos en la tumba!
«El primer día de la semana, muy de mañana, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Pero encontraron que la piedra había sido retirada del sepulcro, y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Regresando del sepulcro, anunciaron todas estas cosas a los Once y a todos los demás.» (Lc. 24, 1-3.9).
«Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos. Los discípulos, entonces, volvieron a casa» (Jn 20, 3-10)

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Los dos mosaicos, situados sobre el dintel de las puertas laterales de la basílica Notre-Dame de Ginebra, representan hombres y mujeres que van a la tumba. Las mujeres van para ungir un cuerpo. Los hombres van para verificar si es verdad lo que las mujeres dijeron… Las mujeres están en meditación, los hombres están de pie, con prisa para marcharse… La tumba está abierta para entrar y salir. Porque la tumba no es un lugar para quedarse: es un lugar para pasar de la muerte a la vida. Hace pensar mucho; por la posición de los mosaicos la iglesia sería la tumba. Las iglesias son para entrar y salir, para aprender a morir y abrirnos a la Resurrección.

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Introducción

En Cuaresma, muchos cristianos rezan el Via Crucis. Pero no todo termina en la cruz…
Les invitamos a seguir meditando: a ponerse en camino para un Via Lucis. Se trata de meditar sobre los encuentros con Jesús Resucitado.
La meditación que les ofrecemos se hace desde una perspectiva muy particular, poco habitual pero de gran valor pastoral. Un sacerdote español, el doctor Alfredo Rubio, propuso que nos pusiéramos “en la piel de Jesús Resucitado”. El bautismo nos hace morir y resucitar con Cristo, por lo tanto, vivir resucitados debería de ser algo habitual en todo cristiano. Poniéndonos en el lugar del Resucitado, tendremos indicios de un estilo de ser cristiano, muy novedoso.
Meditaremos con fotografías de mosaicos que el padre Marko Rupnik realizó para la Iglesia en Ginebra. Están puestos en el exterior de distintas iglesias y edificios, siguiendo la indicación del Papa de ser “Iglesia en salida”. Se espera que la belleza de los mosaicos de este Camino de Alegría (Chemin de Joie) interpele a los transeúntes (peatones) y a las personas que los contemplen virtualmente.

 


 

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