Las artes visuales, concepto en movimiento

Un comentario en torno a las relaciones entre oración y artes visuales exige detenerse en los alcances de las artes de la visualidad.

La evolución del concepto del arte de lo visual en los últimos 100 años es notable y compleja. A las tradicionales artes plásticas -dibujo, pintura y escultura- se han sumado nuevos medios como la fotografía, el arte del objeto, la imagen en movimiento en el cine y la animación, las acciones del mismo artista en la performance y las realizadas por otros en distintos formatos como el happening, las prácticas políticas, el arte de la tierra, el uso del propio cuerpo, internet y los nuevos medios en sus diversas y complejas expresiones.

Es así como el objeto del arte cada vez se encuentra menos acotado, cada día está más expandido. En este contexto, ¿qué reúne y aúna todos estos medios y lenguajes? Podríamos decir que junto a la intencionalidad del artista, el común denominador de estas prácticas consiste en su capacidad de producir significado a nivel social e individual y en su visualidad.

Más allá del arte, la visualidad nos construye

Avanzando un poco más en el análisis, es innegable que los múltiples estímulos visuales que nos bombardean día a día cumplen un rol protagónico en la construcción de nuestras identidades. Las imágenes están en todos lados y al arte se expande cada día más fusionándose con la cultura popular y relacionándose con disciplinas aledañas como el diseño, la moda, los video juegos, la publicidad y la arquitectura, entre otras.

Ante esta realidad hoy enfrentamos la emergencia de nuevas aproximaciones teóricas respecto a la visualidad que han surgido en los últimos 15 años tales, como los Estudios Visuales, que entienden la dificultad de delimitar en un marco lo que es una práctica artística y amplían el foco respecto al tradicional análisis de las Artes Visuales realizado por la Historia del Arte y la Estética o Teoría del Arte, entendiendo así la visualidad como un fenómeno ampliado respecto a las prácticas artísticas intencionadas.

Todas estas señales nos recuerdan que las imágenes nos construyen, que de algún modo somos lo que vemos y nos muestran a su vez que hoy nos encontramos inmersos en un contexto donde la cantidad de información visual es enorme, y la riqueza y variedad de las prácticas artísticas se ha ampliado de manera impensada.

La oración y el arte, una relación antigua y fecunda

Al revisar la historia del arte y la historia de las religiones nos encontramos con un camino que transita de la mano. Centrándonos en la historia de la Iglesia Católica, es fácil apreciar cómo durante cientos de años la pintura y la escultura fueron el principal medio de comunicación de la Palabra de Dios. Esta alianza dio los grandes frutos del arte durante la edad antigua y la edad media y fue fundamental en la edad moderna y la primera parte de la edad contemporánea. Al día de hoy, son muchos los artistas que exploran mediante diversos lenguajes, las posibilidades de encuentro entre Arte y Fe de manera más o menos directa.

Es así como la Historia del Arte ha entregado un material fecundo como base para la oración y hoy mismo el orante puede acceder a este material como fuente de inspiración para su contacto con Dios.

La visualidad como estrategia de oración

Ahora bien, más allá de las múltiples posibilidades que cientos de años de producción artística ofrecen en esta materia, existe la posibilidad para el orante de producir sus propias imágenes para poder establecer una intimidad con Dios, a través de un lenguaje propio.

Ya San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales nos habla de la Composición de lugar como una herramienta para entrar en situación, a partir de un pasaje del Evangelio y poder imaginar el ser parte de una escena como un personaje, procesándola con los distintos sentidos, saboreándola, oliéndola, visualizándola.

Orar no es sólo adorar, pedir, agradecer o hacer, es también estar y la visualidad es una herramienta poderosa para poder permanecer en un lugar de oración de manera asilada de los estímulos externos. Entrar en este mundo agudiza nuestros sentidos y nos entrega una concentración especial, personal, específica y fina, delicada, llena de imágenes personales más allá de las socialmente consensuadas. El desafío es así el de construir un lenguaje propio que nos permita entrar en ese encuentro con Cristo, con el Padre.

Cerrar los ojos y morir al mundo para abrirlos en el interior y descubrir ahí múltiples espacios de encuentro, de comprensión, de calma, de aceptación…. Si nosotros logramos el escenario adecuado, Dios hará el resto, se manifestará.

Texto e imágenes: Jorge Rojas Goldsack
Fuente: Nuestra Señora de la Paz y la Alegría

 


 

blanco blanco blanco blanco blanco