Cuando me levanto por la mañana me gusta pensar en que comienza un día nuevo. Un nuevo amanecer para mí, me encuentro existiendo en este nuevo día; vivo un día más, en este planeta tierra. A la vez, me encuentro co-existiendo con todo lo existente.
Como dice el Papa Francisco en su encíclica Laudato Si: “Todo el universo material es un lenguaje del amor de Dios, de su desmesurado cariño hacia nosotros. El suelo, el agua, las montañas, todo es caricia de Dios”. (IV, 84). Sí, toda la naturaleza es para mí lenguaje de Dios. Creo que cuando se ama, se desea estar cerca del ser amado y también se le revela, manifestándose a él. Dios, por el gran amor incondicional que nos tiene, se ha ido manifestando a lo largo de la historia. La Biblia es una larga historia de amistad en la que Dios nos invita sin cesar a entrar en su Alianza. Vemos cómo patriarcas, profetas y tantos hombres y mujeres nos manifiestan ese amor que Dios nos tiene. Y en Jesús este amor se revela de manera plena y definitiva. Después de Él cuántos testigos del amor de Dios nos lo han mostrado por su palabra y su vida; mujeres y hombres de diversas lenguas y naciones. Todos y todas revelando el amor del Dios Trino.
Al vivir cada nuevo día, me digo que Dios me ha renovado. Él me renueva por su gran amor y, a la vez, también renueva a los demás. Lo que ayer viví, apoyada en la confianza en Dios, me ha transformado, me ha hecho crecer, a través de tristezas, gozos y esperanzas. Y yo, hoy, como los demás, somos creaturas nuevas. Como dice el texto de las Escrituras: “Mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?” (Is 43, 18). Eso me impulsa a mirarme y a mirar a los demás con ojos nuevos cada mañana y a mirarme y a mirarles con amor, como Dios nos mira. A veces nos despertamos como si el nuevo día no trajera nada nuevo, como si las personas con quienes convivo en la casa, en el trabajo, las conociese tanto que ya no me puede sorprender y maravillar nada de ellas. Sin embargo, Dios se manifiesta cada día de manera nueva en mi amigo, en mi familiar, en mi colega de trabajo…. y a través mío. Todos somos templos del Espíritu Santo, todos somos su santuario. Y, a través nuestro, Dios manifiesta con sorprendentes luces de amor su ternura renovada, su compasión y perdón a aquellos que encontramos en los caminos de la vida.
Sí, Dios realiza maravillas cada día, dejemos que Él renueve nuestra mirada.
Texto: María de Jesús Chávez-Camacho Pedraza
Fuente: Nuestra Señora de la Paz y la Alegría
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