Se llamaban Sifrá y Puá. Eran comadronas hebreas. ¿Su misión? Ayudar a dar vida. Pero el faraón les manda algo que va contra esta misión: “Cuando asistáis a las hebreas, y les llegue el momento del parto: si es niño lo matáis; si es niña la dejáis con vida. (Ex 1, 16). Ellas no le harán caso y cuando se les interroga por no hacer lo que se les ha ordenado, ellas pretextan que las mujeres hebreas no son como las egipcias: son robustas y dan a luz antes de que lleguen las comadronas.

Gracias a estas mujeres que decidieron no cumplir con una ley que era injusta, muchos niños vivirán; ellos y sus descendientes…

Hay un niño que está vivo, pero que la madre no lo puede esconder por más tiempo. Lo pone en una canasta de mimbre y lo deposita entre los juncos a orillas del río Nilo. La hermana del niño, que luego sabremos que se llama Myriam, observaba a distancia. La hija del faraón se bañaba en el Nilo y descubre la cesta entre los juncos. Al ver al niño se conmovió y dijo: es un niño de los hebreos.  Myriam entonces preguntará a la hija del faraón si desea que le busque una nodriza para que críe al niño y aquella dirá: Vete. Y Myriam buscó a la madre del niño. La hija del faraón se lo entregó pidiéndole que se lo criara y que le pagaría. “Cuando creció el muchacho, se lo llevó a la hija del faraón, que lo adoptó como hijo y lo llamó Moisés, diciendo: lo he sacado del agua”. (Ex 2, 10).

Un pequeñito ser, una vida… y cuántas mujeres que entre todas hicieron posible que este niño viviera. Moisés, que pasado el tiempo y llamado por Dios, conducirá a su pueblo hacia la libertad. Unas parteras que rechazan hacer lo que se les manda; una madre que para salvar a su hijo se desprende de él; una hermana que vela con amor; una mujer egipcia que mira con compasión a un niño hebreo y lo adopta como suyo… Todas serán de alguna manera artífices de la gran hazaña que vivirá un pueblo…

No siempre nosotros podemos tener la perspectiva de lo que el cuido y el amor activo de unos y otros pueden hacer en situaciones en apariencia carentes de esperanza. ¿Qué puedo hacer yo poniendo mi granito de arena?

El Dios de la Vida, el Dios de la esperanza, el Dios compasivo y amigo, desea que cada uno nos dejemos inundar de su amor. Que todos pongamos amor en nuestro quehacer para que la vida florezca, para que la esperanza renazca ahí donde parece dormir. Para que la paz y la alegría desborden de nuestro interior y perfumen por doquier.

Texto: María de Jesús Chávez-Camacho Pedraza
Pineda de Mar