Noli me tangere, nondum ascendi ad Patrem meum. Es decir: “No me retengas, no he ascendido a mi Padre”. Son las palabras que Jesús dijo a la Magdalena cuando ella se aproximó para tocarlo.

Según el evangelio de san Juan, María fue al sepulcro la mañana del domingo después de que muriera en cruz para ungirlo, ya que la sepultura había sido tan rápida que el ritual no se había hecho con unción. Al llegar al lugar, no estaba el cuerpo de Jesús y ella rompe en llanto. La voz de unos ángeles le dice que Jesús ya no está allí. El propio Jesús entra en escena y le pregunta por qué llora. Ella, ensimismada, no lo reconoce y le pregunta si él se ha llevado el cuerpo, pensando que era un hortelano. Jesús le dice: “María”.

Al ser llamada por su nombre, ella lo reconoce y quiere tocarlo. Jesús le pide que no lo retenga, ha de ir al Padre, que es Padre de todos y Dios de todos. En cambio, le pide que vaya a los hombres y mujeres del grupo y les explique lo ocurrido. ¡La envía!

Esta imagen, representada durante la historia del arte de muchas maneras, posee un gran dinamismo. Un diálogo de, apenas ocho palabras en la versión latina, ha arrojado a la luz sermones, libros, cuadros, esculturas…

No retener es sinónimo de liberar, de dejar en libertad, de no poseer. ¡Cuánto cuesta no poseer! Comenzando por los objetos y continuando por las personas. Las relaciones poseedoras, se traducen en relaciones posesivas y, por tanto, esclavizadoras y dependientes. Dependemos tanto de la tecnología que “poseemos”, que acabamos poseídos por dicha tecnología. Seguimos sus pautas de comportamiento y sufrimos si no nos responde como queremos.

Con las personas nos pasa de manera similar. Creemos poseerlas –aunque sea inconscientemente– y sufrimos cuando no responden a nuestras expectativas. Cuando damos, en el contexto de una relación posesiva, lo hacemos casi exigiendo recibir.

Jesús hace un gran regalo a Magdalena pidiéndole que no le retenga, ya que él no pretende retenerla. Jesús quiere que Magdalena sea Magdalena, no otra Jesús que imite lo que él es. Sólo puede ser libre si es ella misma. La esencia, que es el amor, es común a todas y todos. Este amor en sí no tiene forma, cobra la forma de Jesús, cobra la forma de Magdalena, cobra tu forma o la mía.

Retener implica moldear, hacer a la otra persona a mi medida. Eso no es amar, eso no es querer a la otra persona libre.

Jesús sabe, siente, que ha de ascender al Padre, es decir, al motivo de la Vida. Su límite mortal ha conformado su existencia entre los que le han conocido. Ahora ha de trascender para dar valor a todo lo que ha sembrado, principalmente la libertad.

Magdalena no retuvo a Jesús. Fue a transmitir a las demás personas que lo seguían esta gran revelación: ser libres, incluso de Jesús. Ser cada uno hija e hijo de Dios a la manera en que escuchen este llamado en su corazón. Hacer la experiencia de sentirse nombrado por Dios y resucitar.

Texto: Javier Bustamante Enriquez
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza