Los diez mandamientos forman parte de un itinerario hacia Dios, hay un antes y un después.
Nosotros hemos nacido en este mundo, un mundo que tiene pecado. Y, a su vez, estamos llamados a tener amistad con Dios.
La vida del cristiano no es siempre igual; es un caminar, un peregrinar, es un itinerario con etapas, y vale la pena saber en qué estadio estoy y qué es lo que me va pidiendo Dios. Esto nos sirve para saber por dónde vamos y, por lo tanto, caminar mejor, porque sabemos cuál es el camino. Nos sirve, también, para atraer a otras personas, porque todo cristiano es, por esencia, pescador de personas.
El mundo en el cual estamos viviendo es como una riada después de una gran inundación; riada que es producto de nuestros males, nuestro pecado, nuestras faltas de fe (de la historia y actuales). Hay guerras, diferencias sociales bárbaras, opresiones, abortos…, cantidad de cosas que están mal, y algunas son hechas voluntariamente; vuelve a crecer la ignorancia, vuelve a crecer el analfabetismo… Comparar el mundo nuestro con una riada llena de barro, de suciedad, que va arrasándolo todo, no es una comparación exagerada. Y hay gente que no se da cuenta de que está viviendo en una riada y piensa que eso es normal, y le gusta; va nadando en medio de ella, y ni se imagina que puede haber un mundo donde no exista esa suciedad ni ese peligro ni esa angustia de ir río abajo y no saber contra qué se va a estrellar.
Los creyentes somos las personas a las que Cristo ha sacado de la riada y ha puesto en tierra firme; nos ha salvado de un mundo incontrolado, un mundo que nos arrastra y contra el que nosotros no podemos hacer nada. Nosotros, cristianos bautizados, ya estamos en gran parte fuera de la riada, estamos en la ribera y empezamos a caminar.
Cuando queremos sacar a la gente de la riada, nos pueden ocurrir dos cosas:
- Que esa persona tenga las manos tan llenas de barro escurridizo y gelatinoso, que por más que uno lo quiera coger, resulta que la piel resbala y no hay manera…, vuelve al agua.
- Que haya personas que no acepten la opción de ser sacados y que nadan hacia el centro de la corriente, para que no se les coja. Están contentos de estar en esa riada.
¿Qué significa esto? Las personas que están llenas de barro escurridizo son aquellas que van por el mundo con el defecto (que lo tenemos todos, en parte) de LA FRIVOLIDAD, que se trata de no dar a las cosas, personas o acontecimientos, la importancia que tienen; no darles importancia en tanto que sí la tienen. Hay que dejar de ser frívolo. Hay que detenerse en los asuntos, enfocarlos con hondura, sabiendo que hay solución, que las cosas tienen un sentido: hay que ser serio; la vida es una cosa seria. Y la alegría no es para nada contraria a la seriedad, en absoluto. En cambio, la alegría sí que es contraria a la frivolidad. El frívolo no crea alegría a su alrededor, ni la tiene él; el frívolo es ligero y superficial, pero no es alegre.
Las personas que deseamos enfocar las cosas en serio, cuando vemos la cantidad de problemas que hay, la cantidad de cosas a hacer, y lo poco que podemos hacer… nos tenemos que reír, terminamos en el humor. El humor es una cosa muy seria y no es nada frívolo. El humor es fruto de la humildad: es ver la pequeñez humana y la cantidad de cosas realmente importantes que hay que hacer, para las que nosotros solos no tenemos fuerzas; por lo tanto, sonreímos y confiamos en Dios Padre.
La persona frívola no se quiere hacer responsable; por eso va tratando los asuntos superficialmente, no se encara con las cosas. No usa la libertad, o no quiere ser libre. Renunciar a la frivolidad es ayudar a que Cristo nos libere y nos haga ser libres y, por lo tanto, responsables.
¿Por qué la frivolidad es tan escurridiza e impide a la gente salir de la riada, que nos lleva incontroladamente sin saber a dónde? Porque si yo no doy importancia a las cosas, en el fondo, no estoy dando importancia al autor de las cosas, que es Dios. La persona frívola no da valor a lo creado y no da valor al autor de lo creado… por eso hay que pedir a la gente que dejen de ser frívolos y que se tomen las cosas en serio.
Al tomarse el mundo en serio, yo estoy haciendo un primer acto de fe en Dios. Esta riada que parece un caos tiene un sentido, se le pueden encontrar sus valores, su porqué. Tener esta postura de dejar de ser frívolos y mirar las cosas en serio, con humor, ya es un primer acto de alabanza a Dios, un primer acto de fe: creo que el creador está debajo de este caos y esto tiene sentido.
Los que no quieren salir de la riada son las personas a quienes, en el fondo, creen en el mal, les gusta el mal: personas que creen que matando a alguien se arreglan los países; personas que piensan que quitando la libertad a otros es como el mundo se lleva bien; padres que no confían en la libertad de sus hijos; personas que creen que mintiendo es como va mejor el negocio; crear ambiciones en los hijos para que se sitúen…
¿Quién enseña a su hijo a ser humilde? ¿Quién enseña a su hijo a que perdone al prójimo? ¿Quién enseña a sus hijos a que si tienen un compañero que va retrasado en los estudios, deben echarle una mano aunque suspendan el examen? No podemos hacerlo, hemos montado un mundo en el que tenemos que decir a los hijos que caminen rápido, y si algún compañero se queda atrás… peor para él. Eso no es cristiano. Y a veces, nosotros mismos decimos que no podemos enseñar a nuestros hijos el cristianismo, es más útil lo otro. Hay que enseñar al hijo a ser ambicioso y competitivo hasta que sea medico; y una vez sea médico… ya le enseñaremos a ser servicial.
Utilizamos cosas que son malas, creyendo que con ellas vamos a hacer el bien. No se puede utilizar el mal como instrumento, Cristo no lo hizo nunca.
Hemos de tener paciencia con las personas que están en la riada y están contentas; paciencia para ir andando por la ribera, siguiéndolos hasta que llegue el momento en que, después de tantos golpes, de tragar tanto barro y agua sucia, se desencanten de la riada.
En el bautismo, el sacerdote pregunta a los padrinos si renuncian a Satanás (renunciar a amar el mal) y si renuncian a sus pompas (renunciar a la frivolidad). Sacar a la gente de la riada es posible, si están dispuestos a renunciar a Satanás y a sus pompas. Entonces se le puede sacar de la riada y ponerlo en la orilla. Como estará sucio y lleno de barro, habrá que limpiarlo; eso es el bautismo.
Estas dos cosas, renunciar a amar el mal y dejar de ser frívolos, son los dos requisitos para que una persona esté dispuesta a cumplir los mandamientos. Cuando una persona está bautizada, es cuando puede empezar a cumplir los diez mandamientos, que se han de cumplir desde la fe, como voluntad salvífica para nosotros.
Cuantos esfuerzos han hecho otros para sacarnos de la riada: la Virgen María, Jesucristo…
Texto: Juan Miguel González Feria
Extracto del libro: El hombre a solas
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