Quisiera reflexionar sobre un personaje muy especial: San Pascual Baylon. Indagando sobre él, me he llevado la sorpresa de que “Baylon” no es un sobrenombre, sino su apellido original. Y, para rematar, he leído que su afición a danzar era una manera popular de ligar su apellido con lo que sí parece que era cierto: una gran devoción a la Eucaristía, que incluía una especial intimidad con Cristo sacramental.

Asimismo, el transfondo de lo que quería compartir es lo mismo. Porque tiene que ver con la relación festiva con Dios. Y me remitía a las palabras de una mujer francesa que vivió en el siglo XX, Madeleine Delbrel. Considerada por muchos como una mística, escribía lo siguiente:

“Si estuviérmos contentos de ti, Señor, no podríamos resistir esta necesidad de danzar que desborda al mundo y llegaríamos a adivinar cuál es la danza que te gusta hacernos bailar, siguiendo los pasos de tu Providencia.

Porque pienso que debes estar cansado de gente que hable siempre de servirte con aire de capitanes; de cononocerte con ínfulas de profesor; de abarcarte a través de reglas de deporte; de estimarte como se estima un viejo matrimonio.

Y un día que deseabas otra cosa inventaste a San Francisco e hiciste de él tu juglar. Y a nosostros nos corresponde dejarnos inventar para ser gente alegre que dance su vida contigo.

Para ser buen bailarín contigo no es preciso saber a dónde lleva el baile. Es necesario seguir, ser alegre, ser ligero y, sobre todo, no mostrarse rígido. No pedir explicaciones de los pasos que te gusta dar. Hay que ser como una prolongación ágil y viva de ti mismo y recibir de ti la transmisión del ritmo de la orquesta. No hay porqué querer avanzar cueste lo que cueste, sino aceptar el dar la vuelta, ir de lado, saber detenerse y deslizar en lugar de caminar. Y eso no sería más que una serie de pasos estúpidos si la música no formara una armonía.

Pero olvidamos la música de tu Espíritu y hacemos de nuestra vida un ejercicio de gimnástica; olvidamos que en tus brazos se danza, que tu santa voluntad es de una inconcebible fantasía, y que no hay monotonía ni aburrimiento mas que para las viejas almas que hacen de inmóvil trasfondo en el alegre baile de tu amor.”

A punto de celebrar Pentecostés, me parece que son palabras muy gráficas de lo que ha de provocar en nosotros la venida del Espíritu Santo.

Qué, ¿se apuntan a danzar?

Texto: Natàlia Plá
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza

 

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