Una palabra, un gesto, una acción, por pequeña que sea puede desencadenar un beneficio abundante. Jesús lo ejemplifica cuando cuenta la parábola donde compara el anuncio del Reino a la acción de la semilla de mostaza o la levadura en el saco de harina. La diminuta semilla queda enterrada y, si encuentra el medio propicio, se convierte en una planta que puede producir gran cantidad de semillas y otros seres vienen a guarecerse en ella. La levadura, al disolverse en la harina, aparentemente desaparece, sin embargo, lo que hace es aportar su fermento para que la masa crezca y pueda convertirse en un pan de mayor volumen y sea más apetecible.
Jesús se dedicó a mostrar que el amor puede encontrarse en todo a través de muchos gestos, palabras y acciones. Su mensaje era de una naturaleza tal como el efecto de una semilla germinando en la tierra. El amor que nos propone ha de hallar asilo en nuestro interior y crecer de adentro hacia afuera. No de manera contraria, ya que sería una imposición externa, una cuestión artificial. Cuando uno experimenta el amor dentro de sí, entonces puede ofrecerlo a los demás. Como esas aves que se guarecen en la planta de mostaza.
Ese amor que entra en nuestra vida va produciendo transformaciones, como la levadura en la harina. Nos hace crecer, le da consistencia a nuestra existencia, la hace “apetecible”. Esto no quiere decir que el amor anule nuestra forma de ser, por el contrario, potencia aquello que somos. Nuestra naturaleza, nuestras capacidades, se desarrollan y por este motivo se convierten en servicio a los demás.
Aquello que aprendemos en los primeros años de infancia después va pautando nuestra existencia. Dicho así, esto podría ser como una condena que nos marcara de por vida. Sin embargo, cuando Jesús nos recuerda que hemos de ser como niños, nos abre las puertas a ser receptivos al amor siempre, no importa la edad que tengamos. Los niños están muy atentos a aprender, paraellos todo es nuevo. Jesús siempre es nuevo si somos perceptivos para descubrirlo en los que nos rodean.
Gran parte de las enseñanzas de Jesús nos proponen crecer en el amor. Nada más. Si cada uno, de la manera que somos, con lo que contamos, vamos creciendo en amor, descubriremos que no necesitamos más para ser felices. Y esta felicidad revierte en las personas y en las realidades que nos rodean.
Por Javier Bustamante Enriquez
Voz: Claudia Soberón
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza
Audio: Creciendo en amor
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