“Hagan lo que Él les diga”. Estas palabras salen de los labios de María dirigidas a unos empleados en medio de las bodas de Caná, cuando el vino se terminaba. Jesús responde a su madre que aún no había llegado su hora. En ese momento María calla y no vuelve a ser mencionada en este pasaje. Lo cierto es que Jesús transforma agua en el mejor vino de la fiesta.
¿Qué tan literal pudo haber sido este suceso? ¿Qué simbolismo encierra? ¿Qué mensaje o testimonio querrían transmitir los evangelistas a las primeras comunidades seguidoras de Jesús con este milagro?
Lo cierto es que se nos desvela una relación de profundo conocimiento entre María y Jesús. María sabía qué podía esperar de su hijo. Jesús se sentía movido a seguir la petición de su madre. Una relación, además, entre dos adultos, donde la libertad es el vínculo principal. Jesús podía no haber hecho nada a favor de la fiesta y este pasaje no hubiera trascendido. Sin embargo, llega a nosotros porque Él actuó, desde su libertad y de forma magnánima, ante una sugerencia de María.
En los vínculos que vamos estableciendo con las personas que nos rodean, cuando somos capaces de llegar a la confianza, es señal de un grado de madurez. Confiar es fiarnos de la otra persona, poner nuestra fe en ella o en él. Esta fe se traduce en comunicación profunda, conocimiento, deseo de que el otro crezca felizmente, de que vaya liberándose de aquello que le impide ser.
“Las bodas de Caná” suele citarse como el primer milagro público de Jesús. Es bello que, además, nazca vinculado a una petición de su madre que se evidencia como un voto de confianza. ¡Y qué motivadoras son esas palabras! “Hagan lo que Él les diga”. En el fondo vienen a decir “confíen en Él”.
La confianza produce milagros. La desconfianza siembra división. Cuando confiamos en una persona, esta puede sentirse responsable y motivada a dar lo mejor de sí. La confianza mutua abre los corazones y, cuando hay comunión entre las personas, entonces se vive ya en el Reino de Dios.
Un paso más, en este sentido, es confiar sin esperar. Sí, confiar en la otra persona porque sí, porque sabemos que podemos tener fe en los demás de forma gratuita. Cuando “confiamos” en alguien esperando que actúe como nosotros esperamos o deseamos, estamos poniendo límites a su libertad. Hay que saber confiar en el otro sabiendo que actuará desde su libertad y que, por lo mismo, posiblemente no coincida del todo con nuestra forma de ser o de hacer. Confiar en los demás implica, también, que antes sabemos confiar en nosotros mismos.
Conocemos relativamente poco de María, la Madre de Jesús, a través de los evangelios, pero, seguramente, la fe clara que manifiesta hacia su hijo irradiaba sobre las personas que la trataban. No en vano es la primera portadora de la Buena Nueva.
Por Javier Bustamante Enriquez
Voz: Claudia Soberón
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza
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