Hoy deseo hablar de una pequeña historia familiar, para señalar el punto de esperanza que Dios pone en todas las cosas. Es una historia conocida de un gran santo de América: Martín de Porres. No cabe duda de que entre los muchos encuentros de americanos y españoles hubieron también enamoramientos. Consecuencia de ello, hubo mestizaje. En el caso de Martín de Porres, no podemos saber si el padre español, Juan de Porres, amaba realmente a Ana Velázquez o si fue un abuso. Son de aquellas cosas que siempre quedan en la incógnita.

martindeporresUnos biógrafos sostienen que el padre quería a Ana y a sus dos hijos, Martín y Juana. Que además de darles el apellido, les enviaba dinero, les visitaba, incluso les tuvo un tiempo junto a él. Otros dicen que simplemente abusó de aquella mujer y que luego les abandonó. Quedándonos con la ignorancia de si aquel encuentro fue por amor o no, sí podemos constatar que Martín de Porres nació, existió realmente, fruto de aquella unión. Y Martín fue luego, una fuente de amor, de caridad y de esperanza para mucha, mucha gente de entonces y de hoy.

La Iglesia confirmó en 1962 la santidad de Martín de Porres. Nos indicó aquel foco de esperanza que brilló en América en medio de una historia confusa de amores y prepotencias.

Más allá de toda discusión sobre la historia, Dios siempre pone la esperanza en las personas que existen, ¡y todos somos mestizos de tantas cosas! En el siglo XVI, la puso en Martín y sus contemporáneos. Hoy Dios la deposita en nosotros. Ojalá sepamos aprovechar este don, como lo hizo nuestro querido Fray Escoba. Sin entrar en la polémica de la relación de sus padres, él supo amar a estos y al mundo, sin distinguir raza o condición.

Quiera Dios que nosotros, también, libres de vanos resentimientos históricos, sepamos amar como él y así trasmitir clara esperanza a toda la humanidad.

Por Pauline Lodder
(Ginebra)