El último mes ha sido más que generoso en agua por muchos lugares. Los pantanos y presas están en buenos niveles, en algunas comunidades hasta por sobre el 90% de su capacidad.
He estado en una de estas zonas donde la tierra ya no era capaz de absorber más agua. Había bebido toda la necesaria y ahora ya la escupía hacia afuera. De hecho, era necesario que comenzara a secarse o complicaría la siembra de algunas cosas. Algunos campesinos sufrían porque tanta agua podría ponerles en peligro la cosecha.
La buena noticia es que quedaba agua embalsada para mucho tiempo, porque algunos advierten que después de un año tan generoso de lluvias puede ser que el siguiente sea más bien escaso.
Y mientras contemplaba el campo, pensaba que esto también nos pasa a las personas con las buenas experiencias de la vida, con esos momentos que llamamos “nutritivos”.
Por más bueno que sea aquello que estamos paladeando, llega un momento en que conviene dejar de tomarlo para que pueda hacer el efecto deseable en nosotros. Las buenas experiencias, los buenos aprendizajes, son para ser procesados e integrados en nosotros: no para engullirlos uno tras otro sin hacer la digestión, sin que fecunden alguna cosa en nosotros, sin que hagan fructificar alguna cosa de bien.
El filósofo Daniel Innerarity habla de un tipo de patologías de la inacababilidad que sufre el hombre contemporáneo. Y recuerda que la exhaustividad no es humana. Hay una especie de ambición que nunca tiene suficiente y que nunca está contenta con lo que tiene porque lo daña con el deseo de querer aún más.
Cuando lo que se vive es bueno en una medida generosa, la respuesta madura es la de saberlo saborear y dejar que produzca alguna cosa en nosotros. Todo lo que tiene semilla de bien, está llamado a dar fruto y a no quedarse detenido en la autocomplacencia.
Si somos tan afortunados de recibir una lluvia generosa de conocimientos, de afecto, de experiencia… no pidamos más de lo que hemos recibido: empapémonos bien, hagámonos fecundos como acción de gracias, y aún guardemos el excedente en algún rincón de nuestro interior. Porque hay épocas de sequía y entonces podemos vivir de estas experiencias magnificentes.
Como dice el poeta Manuel Alcántara:
A veces pasa que anochece dentro
y uno va y se recoge
en las cosas que tiene más seguras,
en lo que de verdad sirve para la vida.
Texto: Natàlia Plá
Voz: Claudia Soberón
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza
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