Vuelve el Adviento, un tiempo intenso de preparación para Navidad, un tiempo para rehacer la esperanza, quizás enturbiada o debilitada por las circunstancias que estemos viviendo. Pero como escribía bellamente Charles Péguy: “Mi pequeña esperanza/es aquella que se levanta cada mañana./Mi pequeña esperanza/es aquella que dice buenos días al pobre y al huérfano./Mi pequeña esperanza/es aquella que se abriga cada noche/ se levanta cada mañana/y pasa, en verdad, muy buenas noches.” Vuelve el Adviento: en medio de todos los tropiezos, las contradicciones y los aparentes callejones sin salida, vamos hacia Dios porque Dios viene hacia nosotros: esta es la fuente de nuestra esperanza vigilante. Vuelve el Adviento, y sólo seremos sembradores de esperanza si primero la vivimos en nuestro corazón. Y hemos de poner nuestra esperanza en las promesas de Cristo: que no nos dejará huérfanos, que estará siempre con nosotros, que nos envía continuamente su Espíritu Santo.
El primer domingo de Adviento proclamamos el evangelio de San Lucas, el médico, el artista, el compañero de San Pablo. Lucas dirige su evangelio a las comunidades cristianas que vivían inmersas en el paganismo ambiental, un paganismo que las perseguía no sólo con la violencia, sino también con la presión social y el contagio de las costumbres corruptas. El paralelismo con nuestro tiempo es evidente: también hoy hay persecución, también hoy existe presión ambiental: la frivolidad, la desconexión con la realidad, unos medios de comunicación que nos bombardean con noticias que nos alarman y que nos hacen vivir con el corazón encogido. Los medios no se inventan estas noticias, pero son parciales y a menudo no van al fondo de los problemas, no van a las razones de los conflictos y las noticias de relieve se mezclan con las irrelevantes… Y nosotros -quizás para huir de los problemas- ponemos la ilusión en unas fiestas de Navidad que a menudo se traducirán en el exceso de comida y bebida o en gastos desproporcionados. La preocupación por los negocios –o por la falta de negocios- oprime también nuestros corazones: más que nunca hace falta una economía social y solidaria.
Los redimidos de Cristo saben que la libertad comienza en el corazón de cada uno. Lucas habla de liberación, una palabra predilecta de su maestro San Pablo. Somos libres de verdad cuando nos negamos a la esclavitud de la corrupción o a la sed del lujo, del lucro excesivo o de una inmediatez faltada de proyecto. La persona libre es la que vive con intensidad cada instante, como si fuera el último. Y, entonces, se da cuenta de que las semillas de eternidad ya están entre nosotros: en cada gesto de amistad y de hermandad, en cada mirada compasiva, en cada acción solidaria.
Nuestra Navidad de este año ha de ser íntima, profunda, solidaria. Ha de consistir en saborear el cielo en la tierra.
Audio: La pequeña esperanza
Texto: Jaume Aymar
Voz: Javier Bustamante
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza
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