En la anunciación nos narran los evangelios cómo el Espíritu Santo cubre a María con su sombra a partir de que ella da su sí a Dios: “hágase en mí según tu palabra”. Desde entonces, la fe de María crece al amparo del Espíritu de Dios, acogiendo en su corazón todo aquello que iba viviendo al lado de Jesús.
Muchas veces, cuando aceptamos alguna propuesta, la que sea, no sabemos a qué se nos invita. O, aunque lo sepamos, la realidad se va presentando diferente a cómo la esperábamos o deseábamos. Tal es el caso de la amistad. Cuando conocemos a una persona, de entrada sólo conocemos lo que nuestros sentidos alcanzan a captar o lo que nuestra intuición o primeras percepciones nos van dibujando de ella. Bajo esa sombra va creciendo la relación. Con el tiempo, y dependiendo del trato que vayamos creando, se van iluminando más áreas de esa persona y nuestro conocimiento de ella crece.
Pero no sólo vamos conociendo más a la persona con el tiempo y el trato, también y sobre todo, nos vamos conociendo más a nosotros mismos. El carácter de la otra persona me desvela aspectos de mi carácter, me muestra los límites que me contienen, me hace crecer y madurar, aunque a veces pasando por momentos de incomprensión.
Podemos imaginar que María, como ser humano, también haría su propio proceso en el ir conociendo y descubriendo a su hijo y a ella misma. Los pocos trazos que nos revelan los evangelios sobre su persona y su interacción con Jesús, nos dan información sobre su saber estar al lado de su hijo. También se nos revelan aspectos de Jesús en el trato con otras mujeres que, posiblemente, son eco del testimonio que le dio su propia madre.
Cuando, después de la resurrección, nuevamente vemos a María ante el Espíritu Santo, esta vez no queda amparada bajo su sombra, sino iluminada por su acción. En esta ocasión estaba reunida con otros y otras de sus discípulas y el Espíritu Santo se manifiesta en ellos como flamas de fuego sobre sus cabezas. Además, les abre el corazón para comunicar la Buena Noticia en diversas lenguas y reparte o potencia dones variados entre ellos. Es un fuego que enciende.
Seguramente hemos de hacer en nuestras vidas un itinerario que nos ayude a ser conscientes de que vivimos bajo la sombra del Espíritu Santo. Y, de esta forma, llegar a potenciar aquellos dones que hemos recibido de Él y que son fuego que nos hace poder comunicar el amor de Dios.
Texto: Javier Bustamante
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza
Muy buen elogio de la sombra. Intuiciones certeras.