Santa María de Guadalupe se apareció en varias ocasiones a Juan Diego en el cerro del Tepeyac, localizado en la actual Ciudad de México. El principal testimonio de dichas apariciones fue el manto de Juan Diego, donde quedó grabada la imagen de María. Este testimonio sirvió para que las autoridades eclesiásticas del siglo XVI creyeran a Juan Diego que realmente había visto y conversado con María. Ella sólo pedía que se erigiera un templo en ese lugar donde todo el que quisiera pudiera ir allí a buscar consuelo.
El primer templo, con el paso de los siglos, se ha transformado en una basílica del siglo XX. Lugar de peregrinación de millones de personas al año. Pero este sólo es el aspecto visible. La pequeña semilla de fe de Juan Diego ha fructificado en una devoción a María de Guadalupe que se extiende en gran parte del continente americano y del mundo.
Este hecho fundacional de la fe católica en México recuerda, de alguna manera, el anuncio del arcángel Gabriel a María. Sólo que en esta ocasión es la misma María la que se acerca “desde el Cielo” para abrir el corazón de un pueblo hacia el amor de Dios.
El sí de Juan Diego, humilde y sin pretensiones, como el de María quince siglos atrás, abren paso a la acción del Espíritu Santo. Gracias a que una persona sencilla, del pueblo, es capaz de acoger la Palabra, se inaugura una nueva forma de relacionarse con Dios.
María actúa como Gabriel, haciendo de mediadora, de portavoz, de Dios. En los diálogos que se conservan de aquellas apariciones de María de Guadalupe a Juan Diego, vemos cómo se desprende el amor y la ternura de una Madre. Amor y ternura que también lo son de Dios Padre.
“¿No estoy aquí yo, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en donde se cruzan mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?”
Si abrimos nuestro corazón, podremos darnos cuenta de que Dios está presente en nuestra cotidianidad. Muchas personas y situaciones a nuestro alrededor nos repiten de diversa manera las palabras de María a Juan Diego. No estamos solos. Nuestro sí al amor de Dios nos hace contemplar la realidad con nuevos ojos, los de María.
Texto: Javier Bustamante
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza
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