En esperanza fuimos salvados -Spe Salvi- es el título y a la vez el tema central de la encíclica de Benedicto XVI. Estás palabras son San Pablo a los Romanos (8, 24). Se trata pues de reconocer que se nos ha dado a los cristianos una esperanza «fiable» para afrontar nuestro presente. En innumerables ocasiones el presente es «fatigoso» y difícil de aceptar si no existe la confianza que justifica el camino.

En múltiples ocasiones decimos ten esperanza, ¿en qué?, seguramente para alentar a superar un escollo, para esperar que el momento desagradable pase. Pero Benedicto XVI, a partir de la Carta de San Pablo describe con claridad que antes de Jesucristo, es más, antes del encuentro con Cristo (Ef. 2,12) el mundo no tenia «ni esperanza ni Dios». El Santo Padre une fe y esperanza y de acuerdo con Santo Tomás de Aquino la «fe es un habitus, es decir, una constante disposición del ánimo, gracias a la cual comienza en nosotros la vida eterna y la razón se siente inclinada a aceptar lo que ella misma no ve». En otro apartado incide “la fe no es solamente un tender de la persona hacia lo que ha devenir, y que esta totalmente ausente; la fe nos da algo. Nos da ya ahora algo de la realidad esperada, y esta realidad presente constituye para nosotros una «prueba» de lo que aún no se ve. Esta atrae al futuro dentro del presente, de modo que el futuro ya no es el puro «todavía – no». El hecho de que este futuro exista cambia el presente, el presente esta marcado por la realidad futura, y así las realidades futuras repercuten en las presentes y las presentes en las futuras”. De ello se deduce que la fe cristiana es también para nosotros una esperanza que transforma y sostiene nuestra vida.

Un aspecto que considero muy vivo de la Encíclica es cuando hace referencia a la Carta a los Hebreos que habla de una «ciudad» (11,10.16; 12,22;13,14) y por tanto de una “Salvación Comunitaria”. El pecado, entienden los Padres de la Iglesia, que es la destrucción del género humano. La redención restablece la unidad “en la que nos encontramos de nuevo juntos en una unión que se refleja en la comunidad mundial de los creyentes”. La esperanza cristiana no es individualista, de la misma manera que la fe también se realiza en la unidad con los demás integrantes de la comunidad.

Ocupa un lugar destacado los distintos lugares de aprendizaje y del ejercicio de la esperanza: la oración como escuela de esperanza. Pone como ejemplo el testimonio del Cardenal Nguyen Van Thuan que pasó trece años en la cárcel en que la desesperación “aparentemente total, la escucha de Dios, el poder hablarle, fue para él una fuerza creciente de esperanza, que después de su liberación le permitió ser para los hombres de todo el mundo un testigo de la esperanza”.

El actuar y el sufrir como lugares de aprendizaje de la esperanza. “Al igual que el obrar, también el sufrimiento forma parte de la existencia humana…conviene ciertamente hacer todo lo posible para disminuir el sufrimiento; impedir cuanto se pueda el sufrimiento de los inocentes; aliviar los dolores y ayudar a superar las dolencias psíquicas…pero extirparlo del mundo por completo no está en nuestras manos, simplemente porque no podemos desprendernos de nuestra limitación, y porque ninguno de nosotros es capaz de eliminar el poder del mal, de la culpa”

El juicio como lugar de aprendizaje y ejercicio de la esperanza:”la protesta contra Dios en nombre de la justicia no vale. Un mundo sin Dios es un mundo sin esperanza, Sólo Dios puede crear justicia. Y la fe nos da esta certeza: Él lo hace”.

Maria, estrella de la esperanza. “Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza” Jesucristo es esta luz, por antonomasia pero para llegar a Él se necesitan estas luces cercanas que han reflejado la luz de Cristo. “Y ¿quién mejor que María podría ser para nosotros estrella de esperanza, ella que con su «si» abrió la puerta de nuestro mundo a Dios mismo?” Describe teológicamente el significado de la advocación a Maria de la Claraesperanza cuando explica la fe que ella mostró: “En la oscuridad del Sábado Santo fue también certeza de la esperanza, te has ido a encontrar con la mañana de Pascua. La alegría de la resurrección ha conmovido tu corazón y te ha unido de modo nuevo a los discípulos, destinados a convertirse en familia de Jesús mediante la fe… Por eso tú permaneces con los discípulos como madre suya, como Madre de la Esperanza”.

Por Josep M. Forcada