He quedado tremenda y maravillosamente sorprendido, al conocer el tema escogido por Juan Pablo II para la Jornada Mundial de la Paz 1991: «Si quieres la paz, respeta la conciencia de cada ser humano».
Si no respetamos ese núcleo recóndito donde cada uno es único protagonista y responsable, habrá pequeñas luchas entre unos y otros. Todas sumadas como afluentes que confluyen en un río, provocan la inundación de las guerras entre las naciones. Solo respetándonos todos, desembocaremos en la paz en el mundo.
Pero este lema abre las puertas a otras consecuencias. Es como la premisa mayor de múltiples silogismos que se pueden hacer en otros campos del apostolado, de la pastoral y de la moral. Ya lo sabíamos, pero lo tenemos muy olvidado. Todo ser humano, en último término, por encima de todas las leyes humanas, tiene que ser fiel a su conciencia. Esta es la medida última e indeclinable de su conducta moral. Como la Iglesia ha dicho siempre, Dios nos juzgará según hayamos obrado en conciencia, sin dañar nunca a los otros, lo cual seria una aberración de la misma. Correlativamente, cada ser humano tiene que purificar y perfeccionar su conciencia en una oración realizada en la humildad.
Gracias, querido Juan Pablo II, por habérnoslo proclamado tan solemnemente, al hablar nada menos que de la paz.
Por Juan Miguel González Feria (Salamanca)
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