Existe en América una especie de mariposa llamada Monarca. Cada año, durante el invierno, comienza un viaje migratorio que va desde Canadá hasta la parte central de México. Siempre llegan a una zona precisa del bosque que la gente llama el Santuario de la Mariposa Monarca. Van huyendo del crudo invierno del norte a un invierno menos hostil. Los estudiosos han comprobado que la generación de mariposas que salen de Canadá no es la misma que llega a México, ya que el ciclo de vida de este insecto no es tan largo. La transmisión de la información para localizar a ese lugar es, realmente, una maravilla de la naturaleza.
En la historia de la humanidad también se registran importantes movimientos migratorios. Las causas han sido y son muy variadas. Ya desde la época más primitiva los seres humanos, que dependían de la caza y la recolección, trasladaban su hogar por supervivencia. También el factor climatológico o las inclemencias naturales han provocado desplazamientos en los pueblos. Otros factores de tipo más social o cultural han provocado migraciones, como la economía, las creencias religiosas o los conflictos étnicos.
Pero, ¿qué hay detrás de todo movimiento migratorio? Quizás la causa más profunda sea la búsqueda de mejores condiciones de vida. Y, en un sentido más trascendental, la búsqueda de la felicidad. De hecho, la vida, el desarrollo de la persona desde su nacimiento hasta su muerte, es como un movimiento migratorio. Siempre estamos andando, buscando las condiciones personales óptimas para desarrollarnos, para no perecer. Y esta búsqueda se traduce en decisiones, más o menos conscientes, que nos van conduciendo por un sendero u otro y van dibujando, así, nuestro mapa biográfico.
En este movimiento migratorio que es la existencia de cada uno, confluyen todos los aspectos que nos conforman: biológicos, psicológicos, trascendentales, antropológicos, culturales, sociales, históricos, familiares, laborales, etcétera. Cuando solamente nos dejamos llevar por la corriente de los acontecimientos, la propia vida se va convirtiendo en algo ajeno. Cuando, por el contrario, vamos escuchando esas voces que nos hablan de lo que somos y lo que nos pasa, podemos hacer de “la vida”, nuestra propia vida. La felicidad puede ser mi felicidad cuando medito sobre ella, trabajo en ella, camino por ella. La libertad, cuestión muy importante para vivir conmigo mismo y con los seres que me rodean, también se transforma en mi libertad cuando la asumo como parte elemental de mi biografía.
Igual que la mariposa Monarca, los seres humanos llevamos en nosotros un cierto instinto que nos empuja a buscar lo que para cada uno es la felicidad. Sobre todo en épocas difíciles, como los inviernos para las mariposas, hagamos de esa búsqueda nuestra brújula para no dejar morir aquello que nos da sentido.
Por Javier Bustamante E.
Voz: Javier Bustamante E.
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza
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