A menudo pensamos que la piedra del sepulcro rodó para que saliera Cristo. ¡Pero si Él atraviesa las paredes cuando quiere! Leemos, por ejemplo, que se presentará a los apóstoles en el cenáculo, cerradas las puertas. El cuerpo resucitado no entiende de paredes.
Cuando Lázaro resucita, Cristo mismo dice: -Removed la piedra. Porque si no, Lázaro resucitado no podrá salir, ya que no era la plena Resurrección de Cristo todavía; era como una profecía, un signo. Lázaro moriría y volvería a resucitar, vuelve a resucitar. Lázaro murió al hombre viejo y resucitó en ese Reino de Dios. En cambio, en el sepulcro donde yacía Jesús, la piedra rodó no para que Cristo saliera, sino para que la gente entrara, ¡para que nosotros entremos! Y para que, sintiendo un vértigo enorme ante ese vacío, nosotros nos decidamos a morir para caer en este vacío y resucitar con Cristo resucitado.
El sepulcro está vacío, vacío incluso de Cristo: – ¿Por qué buscáis aquí? No está Cristo, ha resucitado, está en otra parte; id allí y le veréis. A veces buscamos a Cristo en el Evangelio, a ver qué dice Cristo en el Evangelio. Y, si somos catecúmenos, eso está bien. Pero si estamos resucitados y vamos a buscar a Cristo en el Evangelio, nos encontramos con que ya no está ahí, ha resucitado: -Buscadle en Galilea, allí le encontraréis. Si estáis resucitados con Él, no le busquéis ya en los preceptos del Evangelio. ¡Hasta el Padrenuestro es para los catecúmenos! En cambio, para los que están resucitados con Él, el Padrenuestro se reza en presente: Padre, estás aquí conmigo; perdoné, por eso yo estoy resucitado, y si no hubiera perdonado, no estaría resucitado. Perdoné, y me reclinas en tu banquete. Junto a ti no tengo tentación; en ti estoy libre de todo mal.
Cuando resucitemos con Él, “escucharemos sus nuevas palabras para los que viven con Él, en el Reino de Dios en la tierra”. Llevemos los perfumes donde sí esté Jesús resucitado, no a una tumba vacía.
Por Natàlia Plá Vidal
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