El arquitecto Antoni Gaudí fue un contemplativo de la realidad. Por el hecho de estar enfermo desde pequeño, pasó largas horas en soledad y silencio contemplando la naturaleza e interiorizando sus lecciones. Este hábito contemplativo lo acompañó toda la vida. Él decía que aprendía en el libro abierto de la naturaleza: “Este árbol cercano a mi obrador: ¡este es mi maestro!”. El escultor japonés Etsuro Sotoo, que trabaja desde hace treinta años en el templo de la Sagrada Familia, en Barcelona, dice que los campanarios del templo se inspiran en una hierba que florece en el campo de Tarragona que se llama uña de gato y que Gaudí pudo contemplar largamente. Gaudí era muy consciente de que cada vez que ponía una piedra privaba a la hierba de crecer en aquel mismo lugar y a los animalillos de vivir ahí. Por eso glorificaba a las hierbas del lugar en los pináculos del ábside y a los animales que corrían por allí, com las lagartijas o los caracoles.
Esta contemplación de la naturaleza lo llevó a interesarse por la figura de san Francisco de Asís. Hasta antes de san Francisco, para los filósofos la naturaleza era sólo una apariencia: el Pobrecillo la trató como a una realidad fraternal. Por eso decía hermano sol, hermana luna… Por eso alababa lo que eran los cuatro elementos básicos para la antigüedad: el aire, el agua, el fuego y la tierra. En la fachada de la Gloria de la Sagrada Familia, aún no realizada, intervendrán todos: el aire (las nubes con el Credo in unum Deum), el agua (los cuatro grandes surtidores que recordarán los cuatro ríos del paraíso), el fuego (el triple pebetero en flamas) y la tierra que todo lo sustenta (la cual será una plataforma que cubrirá un túnel por encima de la calle de Mallorca y que determinará un espacio subterráneo, el inframundo). Gaudí dijo que, “en la mística, Verdaguer (poeta de quien era muy amigo) es hermano de san Francisco de Asís”. El arquitecto hizo un proyecto de edificio para las misiones franciscanas en Tánger, el cual no se llegó a realizar, y que, según Francesc Camprubí, dicho proyecto fue un precursor de la Sagrada Familia.
Toda la arquitectura de Gaudí es alegórica. En la Sagrada Familia, la fachada del Nacimiento es como un poema verdagueriano hecho piedra; la fachada de la Pasión es el Cántico Espiritual de san Juan de la Cruz. El edificio de las Teresianas de la calle Ganduxer (Barcelona) lo diseñó a partir de la lectura de las Las Moradas del Castillo interior, el último libro de Santa Teresa de Jesús.
En la cripta de la iglesia de la Colonia Güell puso unas columnas inclinadas de piedra basáltica, apenas debastadas, para cumplir con el mandato del libro del Éxodo: “en caso de levantarme un altar de piedras, no las pondrás talladas, porque al manejar el hierro encima, ya las habrás profanado” (Ex 20, 25). Igualmente, en la arquitectura civil: el palacio Güell es un homenaje a su mecenas Eusebi Güell, quien comenzó con unos orígenes oscuros (como los subterráneos del palacio) y acabó siendo un verdadero señor (como las señoriales chimeneas de trencadís de la terraza). El jardín de la Finca Güell, en el actual Palacio de Pedralbes, es la recreación del mitológico jardín de las Hespérides, con un dragón en la reja, el naranjo de antimonio y los árboles que evoca Jacinto Verdaguer en su poema La Atlántida, en homenaje a Antonio López, el marqués de Comillas. La Pedrera, otra de sus obras representativas, es la plasmación pétrea La Atlántida, en cuya fachada incorporaba una peana para la Virgen del Rosario (la cual no se llegó a colocar) y también constituye un homenaje a sus propietarios, unos americanos, los Guardiola-Segimon.
Antoni Gaudí también apreciaba la liturgia. Participó del primer Congreso Litúrgico de Montserrat (1915), un fruto precoz del movimiento litúrgico belga. Por encargo de su amigo el obispo Campins, restauró la Catedral de Palma de Mallorca y ensayó soluciones que después usaría en la Sagrada Familia. Gaudí dijo al respecto: “la liturgia cristiana nos da lecciones de la más delicada estética pura (…). Hay que observar el uso que la liturgia hace de la luz, la cual es la base de toda ornamentación, pues de ella nacen los diferentes colores en los cuales se descompone”. La dedicación del templo de la Sagrada Familia por el Papa Benedicto XVI ha sido una ocasión privilegiada para dar a conocer alrededor del mundo la figura y la obra del “arquitecto de Dios”, que decía que trabajaba para un cliente que “no tiene prisa”.
Por Jaume Aymar
Voz: Ester Romero
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza
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