Elías está considerado como uno
de los profetas más grandes.
Podríamos pensar que esta reputación
se debe a su fuerza en la lucha
contra los falsos dioses.
A veces quisiéramos tener su fe
y convicción.
Pero la grandeza de Elías es que
se da cuenta de su error.
«¡Toma mi vida, porque no soy mejor que mis padres!». (1Reyes 19, 4)
El Dios que Elías quiso mostrar en el monte Carmelo era un Dios de fuego y truenos…
Un Dios que pide la muerte
de los 450 sacerdotes de Baal.
En el monte Horeb, en su gruta,
solo y en silencio, Elías descubre:
que Dios no está en el huracán,
ni en el temblor o en el fuego…
«Dios está en el susurro de una brisa suave» (I Reyes 19, 12).
Dios no fuerza a nadie, Dios no truena, ¡Dios no mata!
Dios frena a Elías, hombre fuerte y activo,
y le libera a él también
de sus falsas imágenes de Dios.
Dios nos llama a acudir como Elías
a la soledad y el silencio del Horeb
para liberarnos con una brisa suave
de todo lo que no es de Dios.
Por Pauline Lodder
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