“¡¡¡Queremos ser libres!!!”, es una expresión que gritan hoy muchos jóvenes, pero yo me pregunto… ¿sabemos qué significa la palabra libertad?, o más bien… ¿sabemos cuáles podrían ser los caminos para educar al ser humano de forma que cultive ese tesoro que anida en lo hondo del ser?
Primero, es importante que nos reconozcamos tal cual somos, y el límite es algo que también forma parte de nuestro ser. Como decía un amigo… “¡Pero qué hermoso tener la piel que recubre la pequeñez de mi cuerpo frente a las estrellas! Los límites de mi razón, que siempre estará envuelta por los lindes del misterio, como lo es la cuestión: ¿por qué existe algo en vez de nada? ¡Y qué gozo que en mi libre albedrío pueda admirar y a la vez elegir entre las innumerables cosas a mi alcance!”. Ser conscientes de ello nos alejará del perfeccionismo irreal al cual tantas veces nos aferramos.
Como segundo escalón, podríamos llamarlo así, está el ser conscientes de que la libertad no puede ser un atributo meramente individual, sino que conlleva una dimensión social y corresponsable con el otro. En una sociedad donde el individualismo toma con demasiada frecuencia las riendas de nuestro actuar, es importante tener en cuenta que para que nuestra libertad sea responsable, inteligente y capaz de dar respuesta y asumir en todo momento lo que hace, debe albergar un sentimiento de lo comunitario y lo social. Nuestra libertad termina donde empieza la de los demás, por lo tanto nuestro objetivo no puede ser otro que el bien común.
Y, finalmente, y como guía de fondo de lo que puede ser una formación permanente de la persona y, en concreto de su libertad, la belleza. Pero… ¿a que canon de belleza nos referimos? Pues a una belleza entrañable, a una belleza que no nace de un referente únicamente estético, sino del corazón. ¿Es bello guiar a una persona ciega para que cruce la calle? ¿Es bello saborear una comida –aunque distinta a la nuestra- que ha sido cocinada por un aprendiz de cocina de otro continente? ¿Es bello estar cerca de alguien que lo necesita, aunque sólo sea para escuchar y sentir aquello que él está viviendo y lleva en el corazón? ¿Es bello preparar con cariño la llegada de alguien o prepararse uno para llegar a otro lugar distinto del que habita normalmente?…
Pienso que sí, es bello y entrañable a la vez, y este puede ser el sentimiento que guíe nuestra libertad. Quizás por la constatación de que la persona con sentido de lo bello y lo feo, también tiene un criterio más claro de lo que es bueno y lo que no lo es. Reconocer la importancia de este “concepto” –belleza- y vivirlo, puede ser un puntal en la educación del ser humano. La libertad, para ser verdadera, debe ser también bella, o dicho de otra forma, la belleza es el color de la libertad.
Por Marta Miquel
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