“Ven y verás”, solía decir Jesús cuando llamaba a alguna persona a que le siguiera. No quería convencerle con palabras, sino dar testimonio de su forma de vida para que quien quisiera seguirle lo hiciera desde su libertad.
En las presencias resucitadas de Jesús que nos narran los evangelios, también la mirada cobra un papel central. Algo ha sucedido a Jesús, después de muerto y resucitado, que de entrada no lo reconocen ni sus amigas y amigos más cercanos. ¿Qué habrá cambiado en Él o en ellos? ¿Tan descomunal fue la sacudida de su muerte que sus amigos estaban como cegados y no le percibían en la persona que tenían delante?
Recordemos cómo María Magdalena, la primera a la que se apareció Jesús, ve en Él un hortelano desconocido. Hasta que Jesús no pronuncia su nombre ella no abre los ojos para constatar que es el Maestro. Ella lo buscaba, aunque fuera un cadáver, quería permanecer a su lado. Jesús Resucitado despierta en su corazón una mirada de fe.
Momentos después, cuando se acercan corriendo Juan y Pedro y descubren el sepulcro vacío, Juan cree al ver las evidencias y comprender que, según las Escrituras, Jesús resucitaría de entre los muertos. Esa misma tarde, cuando se aparece a los discípulos encerrados por miedo, les muestra las manos y el costado y deseándoles la paz les infunde el Espíritu Santo. ¡Los discípulos se alegraron de verlo! Su mirada se abrió a contemplar a Jesús de nuevo entre ellos, pero esta vez de otra manera.
Tomás, quien no se encontraba reunido con los demás, al saber la visita que les había hecho Jesús, dudaba. Hasta que no lo vio y lo tocó, no fue capaz de creer. Los sentidos pueden ayudarnos a creer, pero también pueden ser obstáculo si sólo percibimos orientados por la razón que va enmarcando la realidad. Los sentidos son puertas no sólo para que entren estímulos del exterior, sino para que podamos salir y, desde la fe, integrarnos a dicha realidad.
Tampoco los discípulos que iban a Emaús lo reconocieron de entrada, ni los que estaban pescando a orillas del mar, hasta que Jesús retomó signos que le hacían reconocible. Nuestra mirada puede irse revistiendo de fe si nos atrevemos a ver en la realidad la presencia vital de Dios. El camino que Jesús nos invita a seguir hacia el Padre, animado por el Espíritu Santo, es un camino que está esperándonos a cada una y cada uno de nosotros. Cada etapa de nuestra vida es una nueva invitación a reconocer en la realidad la presencia resucitada de Jesús.
La fe es un regalo, un don. En los pasajes de la Resurrección esto se muestra muy evidente. Las personas podemos encontrarnos en actitudes muy diversas: en búsqueda como la Magdalena, encerrados por miedo como los discípulos, dudando como Tomás, desarrollando nuestras actividades cotidianas como los discípulos pescando… Sin embargo, es Jesús quien se acerca para ayudarnos a transformar nuestra mirada sobre la realidad. Es como si Jesús volviera a pronunciar las palabras “ven y verás”, pero esta vez no les invita a ver cómo vive humanamente, sino resucitadamente.
Texto: Javier Bustamante
Voz: Ester Romero
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza
Audio: Miradas de fe
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