En el segundo relato sobre la creación (Génesis 2, 4b-25) Dios impone un límite al hombre: … «De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieras de él, morirás sin remedio.»

Yo me pregunto: ¿Por qué Dios ha creado un límite al hombre? ¿Para molestar? ¿Para someter? El teólogo André Wenin dice que cuando se marca un límite, se define un espacio para el otro. Si no hay límite quiere decir que yo soy totalizante, yo lo soy todo, yo lo ocupo todo, soy totalitario…

La presencia de un límite es un don: permite un espacio para el otro, para la alteridad, y esto es abrir la posibilidad a una relación…

El hecho de que en el jardín del Edén haya un límite es significativo. ¡Quizás un lugar sin límite, no es paraíso! ¡El mundo que estamos queriendo crear, sin límites, no es paraíso!

Quizás nos tendríamos que interrogar sobre nuestra percepción negativa de los límites.

¿Por qué tenemos la impresión de que el límite nos reduce la libertad?
¿Por qué pensamos que Dios nos quiere molestar poniendo un límite?

¡Feliz límite que evita que seamos totalitarios!

¡Feliz límite que evita que una persona lo pueda acaparar todo!

¡Feliz límite que deja un espacio al otro, que abre la posibilidad a la relación!

Texto: Pauline Lodder

Voz: Marina Villa Rubio

Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales

Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza
Audio: Sin límite no hay paraíso