El vecino hace tiempo que me lo dice. Lo vaticina con esa especie de satisfacción del que sabe que tiene razón. A pesar, como es el caso, de que lo que predice sea algo negativo que contrasta con su expresión satisfecha.
«Este árbol morirá. El año que viene ya veremos si todavía brota, pero de que se muere, ya te digo yo que sí, que se está muriendo.»
Yo sólo sé lo que les oigo decir. Parece ser que cuando la cepa del árbol se va agrietando quiere decir que está muy viejo. Y dicen que el árbol «sangra» cuando chorrea y hasta se hacen una especie de bolas como de resina.
Cuando oigo al vecino con esta rotundidad, lo primero que le pregunto es si se va a morir por mi culpa, por algo que no estoy haciendo bien. Y entonces me dice que no, que no tiene que ver. Es que el árbol es viejo.
Lo más curioso para mí, profana absolutamente en la materia, es que después de que lo podamos porque estaba seco, las ramas se han llenado primero de flores, después de hojas y ahora tiene unas ciruelas que van creciendo a buen ritmo. Las del año pasado eran exquisitas, dulces y jugosas.
Cuando llegué a la casa, el mismo vecino me explicó que éste era un árbol injertado y que nunca había hecho mucho. Por eso no me extrañó que el primer año no hiciera ningún fruto. El año siguiente, sin embargo, hizo unas cuantas ciruelas, no demasiadas, pero sí lo suficientemente buenas. Y ya hace un par de años que la cosecha es muy considerable. Este año, con creces. No les exagero si les digo que son auténticos racimos de ciruelas los que cuelgan de las ramas…
Y mientras me lo miraba este año, pensaba cómo era de fuerte y de generoso. Que hasta cuando se está desangrando, cuando se le ve que la vida se le escapa, lucha para ofrecernos quizás los frutos más dulces de su vida. Si me permiten la licencia poética, quizá incluso está invirtiendo la poca energía que le queda en bien de lo que regala a otros.
Y me han venido a la cabeza tantas personas mayores o enfermas que en su precaria situación, ofrecen lo que son y saben, como un fruto sabroso, dulce y agradable. Un presente de para los demás. Tal vez, los años o la enfermedad les han hecho aún más sabrosos. Sí, tal vez, como le ocurre al ciruelo de casa, se les ve que morirán pronto. Pero, mientras tanto, están vivos y bien vivos y no pierden la oportunidad de generar vida.
Texto: Natàlia Plá
Voz: Marina Villa
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza
Audio: Ciruelo enfermo
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