Cada escultura en su sitio, cada santo en su hornacina. Así los vemos constantemente y a los cristianos en general nos ha quedado la idea de que la santidad es una cosa completamente individual.
Esta creencia ha sido reforzada por la educación tan individualista de la época actual, del mundo occidental en la cual vivimos, en donde reina la competitividad. Dejar a los otros atrás y llegar antes a la meta. Para mayor abundamiento, he leído hoy mismo en un periódico lo siguiente, ”educamos para competir más que para cooperar”.
¿Es verdad que se alcanza la santidad de modo exclusivamente individual? Literatos, científicos, humanistas, pensadores, artistas, etc., desde hace tiempo están profundizando en la inteligencia conectiva, en el pensamiento en red, en la transdisciplinariedad de los conocimientos, la colaboración y la cooperación para investigar mejor. ¿Y la vida del espíritu en nosotros, seguimos pensando que es una realidad aislada, independiente para cada uno de nosotros?
Hace tiempo me enseñaron que los santos canonizados forman “constelaciones”, que la santidad se vive en grupo y no de modo absolutamente –repito: absolutamente- individual, aislado, como se dice vulgarmente “como una seta”, sin tener en cuenta el entorno, la influencia que recibimos de los demás.
Si repasamos la vida de los grandes santos que están en los altares vemos que, por ejemplo, san Agustín, san Ambrosio y santa Mónica, ¿cómo se hubiera convertido el hijo sin la ferviente oración continua de su madre? San Francisco tuvo a su lado a santa Clara y a muchos y muchas de los y las que los siguieron de cerca, vieron reconocida su santidad por la Iglesia. San Benito y su hermana santa Escolástica y los santos de los principios de sus órdenes. Santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz también fueron rodeados por santas y santos, canonizados o beatificados. Ignacio de Loyola, Francisco Javier y Pedro Fabro; etc., etc. Estos santos fueron líderes y arrastraron a otras personas en su seguimiento.
Pero apuntemos un poco más alto: la virgen María, desde su nacimiento estuvo rodeada por santa Ana y san Joaquín y fue desposada con José, “varón justo” –en lenguaje neotestamentario- pero es más, tuvo que existir antes que ella todo un pueblo, Israel que, a pesar de sus rebeliones contra Dios, de adorar los ídolos, sin embargo, la santidad de Dios, “tres veces santo”, fue permeando, empapando sus personas hasta darse los profetas, los reyes y pudo quedar el “resto de Israel” del que nació Jesucristo.
En Él quería fijar nuestra mirada: también Él estuvo rodeado de una constelación de santos. Se hizo hombre, como tal, recibió el Espíritu en el Jordán teniendo a su lado a san Juan Bautista –hijo de santa Isabel y san Zacarías, no lo olvidemos- y después llamó a la santidad a los discípulos, a ‘las santas mujeres’, Marta, María y a Lázaro, etc., etc.
Se me podría cuestionar: pero, para seguir a fondo a Cristo hace falta que nuestra voluntad, libremente, quiera amar como Él nos amó, es decir, la santidad tiene algo de individual. En efecto, el traspaso de la muerte es individual; aunque afecte a los que nos rodean, el morir es un acto propio de cada uno, pero nadie niega que la paz y el sosiego, la oración y el amor de los que rodean al moribundo tenga buenos efectos sobre él.
No se puede negar la comunión de los santos que señala la enorme red, el gran entrecruzamiento de influencias positivas de santidad que se da entre todos los miembros de la Iglesia, empezando por su cabeza que es Cristo. Reconoce un santo que su alma fue ‘tallada’ por el que fue su maestro. ¿Qué es, si no, la gran tradición de los ‘padres espirituales’ de enorme influencia a su alrededor?
Se han de promover, pues, en la Iglesia la representación de los santos en grupo, siguiendo el ejemplo de la Sagrada Familia y el de Cristo y los que le rodearon. Que sean presentados a los cristianos y cristianas que la efusión de Espíritu Santo –la santidad humana es cosa suya- cae de algún modo, como la lluvia, en un terreno, en un lugar, nunca llueve sobre una persona sola, aislada, eso sería ridículo. Benditas sean las canonizaciones de los mártires de persecuciones religiosas celebradas en grupos, tanto de Oriente como de Occidente.
Miremos los signos de los tiempos. Ser ‘santos en red’, eso es lo que hemos de ser y hemos de potenciar hoy día para gloria de Dios y bien de la Iglesia a la cual pertenecemos.
Texto: Juan Miguel González Feria
Voz: Àlex Borràs
Músca: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza
Audio: Constelaciones de santos
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