Cuando la madre de Santiago y de Felipe pidió a Jesús que los sentase a la izquierda y a la derecha en su Reino, no sabía lo que pedía. Jesús le contestó que eso no le concernía a él, sino a nuestro Padre del Cielo. Y aprovechó Jesús para enunciar una caracterísitica imprescindible, una actitud, de los que quieran vivir ya en el Reino de Dios. Dijo: quien quiera ser el primero en el Reino que sea el último. Es decir, el servidor de los demás.

Las palabras de Jesús no quedaron en una mera frase. Tiempo después lo puso en práctica cuando, en la última cena, se puso a lavar los pies a sus amigos. Y nos resuenan también aquellas palabras que dijo: no os llamo siervos, sino amigos. Sin embargo, con su testimonio nos muestra que la amistad, y por tanto la igualdad, no está reñida con el servicio, con la atención y el cuidado hacia la otra persona.

Jesús instituyó la “ultimidad” como un valor muy importante en las relaciones humanas. “Quien quiera ser el primero, que sea el último”. Con esta intención, Jesús borra la distancia entre primero y último. Si todos somos últimos, todos somos primeros. Si todos nos ponemos en actitud de servicio y cuidado mutuo, todos somos primeros para los demás.

Esta ultimidad es practicable en cualquier conviviencia humana: la familia, el trabajo, la vecindad, el grupo de amigos… Todos, en todo momento, podemos propiciar Reino de Dios “ultimándonos” en nuestro trato con los demás. Ojo, este ultimarse no es humillarse, sencillamente es ponerse en disposición de hacer que la otra persona se encuentre bien, se sienta querida, esperada, comprendida.

La palabra “último” no sólo hace referencia a aquello que sucede al final, que se encuentra en último lugar. El término último también tiene que ver con el fin último de algo, es decir, con aquello para lo cual fue creado, con su intención original. Y, de esta manera, lo último se enlaza con lo primero. Ultimarse es “sincronizar” una acción con la intención original de la cual parte.

Cuando atiendo a un familiar o un amigo enfermo, poniéndome a su cuidado, esta ultimidad me hace responder a uno de los llamados originales del amor: la gratuidad.

La ultimidad ayuda, también, a evitar la competencia y la posesividad, porque al no querer ser el primero, el mejor ni el poseedor de nada ni de nadie, puedo ser yo mismo como soy y actúo con entera libertad a la hora de relacionarme con los demás.

Audio: Ultimarse

Texto: Javier Bustamante
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza