Compartiendo reflexiones con algunas personas en base a la propia experiencia de vida y contemplando a los que tenemos cerca, intentábamos discernir hasta dónde afectaba o no en la definición de un proyecto concreto eso de “hacer la voluntad de Dios”.

Coincidíamos en que el punto clave era la libertad del ser humano que Dios respeta radicalmente.
Y eso, de hecho, hacía que acabáramos marcando un tránsito conceptual: más que hablar de “hacer” la voluntad de Dios, la cuestión radicaba en “ser” una sola voluntad con Él.

Si pensamos en clave de “hacer”, parecería que Dios tiene alguna o algunas cosas muy concretas previstas para cada ser. Y entonces costaría mucho de entender cómo se encaja el hecho de que seamos libres a la hora de decidir y actuar.

Pero si pensamos en cuál es la voluntad de Dios, cuál es su deseo profundo, coincidimos en que radica en la felicidad de cada ser humano desde la plenificación de su ser. ¿Dónde está nuestra plenitud, pues? En la concordancia entre lo que vamos siendo, con nuestra verdad más primigenia, la que entronca con el aliento creador recibido. La sintonía con Dios es lo que nos permite ser una sola voluntad, desear lo mismo, que es el bien del ser humano a través de cualquier concreción.

Por eso, fuera de lo que es malo, el resto podríamos decir que es “voluntad de Dios”. La cual se trata de hacer lo que sentimos, aquello a lo cual nuestra voluntad se adhiere, sobre la base de desear lo mismo que Dios desea.

Es cierto que sabemos de algunos casos en que Dios ha pedido directamente a alguna persona que haga algo en concreto, pero aquí ya hablamos de un hecho extraordinario que, seguramente, se basa en una unidad de voluntades previas: Dios y la persona actúan como si fueran una sola, por eso Dios le pide aquello sin violentarlo en su libertad.

Ahora bien, y una vez dicho lo anterior, también coincidimos en que, a pesar de que nos es inevitable intentar entender la relación de Dios con nosotros, cómo es su Ser y cómo actúa Él, hay cosas que sobrepasan nuestra posibilidad de comprensión conceptual humana. Por eso, seguramente, es más fácil que entendamos vitalmente cómo es eso de que Dios actúa en nosotros sin violentar nuestra libertad, que no entenderlo de manera conceptual.

Cuando pensamos en cómo hacer la voluntad de Dios, tal vez lo que hemos de hacer, fundamentalmente, es adecuar nuestros sentimientos y criterios al estilo de Jesús. Seguro que las acciones, las que sean, serán abrazadas por la providencia de Dios.

Audio: Sobre la voluntad de Dios

Texto: Natàlia Plá
Voz: Javier Bustamante
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza

 


 

blanco blanco blanco blanco blanco