Somos todos hermanos por otro lazo familiar: existimos. Es desde este nivel que yo puedo sentir como hermanos a todas las demás personas. Hasta al diablo, un poquito. Cuando se llega a este punto, es cuando uno puede amar, incluso al enemigo, pues ambos coincidimos en la existencia: ¡somos hermanos en la existencia! Esto es lo que puede vencer la resistencia de la enemistad. Podemos ser amigos de todos, de todo lo que existe, porque todo es obra de Dios.
Entonces, desde esta humildad óntica recibimos la fuerza para, precisamente, poder amar a los demás; amarnos los unos a los otros y, así, intentar ser uno e intentar ser perfectos, amando al enemigo. No obstante, debido a nuestros límites no podemos saltar del todo el abismo del tú y el yo. Sin embargo, el abismo no está entre Dios y yo, porque Dios está en todas partes.
Dios, por ser Dios, el Ser Absoluto, me está dando el ser; es decir, en realidad, yo diría que entre Dios y yo no hay ningún abismo racional. Hay un contacto perfecto. Hay mucho más abismo entre las personas; pero, en la comunión con el Ser Absoluto, es donde puedo salvar el abismo que hay entre una persona y otra. Sólo sintiéndonos hermanos en la existencia.
Bajar a fondo, ser hermanos en la existencia, es precisamente lo que nos hace aptos para recibir, después, la gracia de Dios, gracia sobrenatural, que es la que nos puede hacer verdaderamente uno, salvando nuestros límites; y nos puede hacer verdaderamente perfectos, amando incluso al enemigo (la gracia asume la naturaleza, la perfecciona y la eleva). Si no amamos a los demás, unos a otros -por ser hermanos en la existencia-, la gracia, aunque quiera asumir, no encuentra más que la vanidad de la vida.
Si paladeamos, percibimos, abrazamos, valoramos, esa perla escondida del existir y, en ello, me doy cuenta de que no hay abismo entre el Ser Absoluto y yo, y que, en la superficie del Ser Absoluto, desaparece también el abismo que tengo con los demás (ya que si todos estamos sobre el mismo suelo, ya no hay abismo), ahí es donde la gracia actúa, elevándolo y haciéndonos verdaderamente uno, verdaderamente perfectos y amándonos verdaderamente con amor de Dios Padre, de Dios Hijo y en el Espíritu Santo.
Áudio: Hermanos en la existencia
Texto: Alfredo Rubio
Voz: Javier Bustamante
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza
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