Dice el evangelista Lucas que todos los que escuchaban “se maravillaban de lo que decían los pastores”. Yo me pregunto si hoy las personas se maravillan de lo que decimos los pastores, los presbíteros, cuando predicamos, cuando anunciamos con nuestras palabras las cosas de Dios. Y también me pregunto si los presbíteros somos capaces de admirarnos de lo que dicen los laicos. Quizás no lo suficiente.

En este comienzo de año pidamos que todos tengamos la capacidad de admirarnos recíprocamente. Las maravillas son cosas admirables, dignas de admiración. La capacidad de admirarse, de reconocerlas, está en la raíz de toda sabiduría.

El Papa Francisco, en su mensaje con motivo de la quincuagésima jornada mundial de la paz dedicada este año a la no violencia, dice que “la familia es el espacio indispensable en el cual los esposos, los padres y los hijos, los hermanos y las hermanas aprenden a comunicarse y a tener cuidado unos de los otros de manera desinteresada y donde los desacuerdos, o incluso los conflictos, han de ser superados no con la fuerza, sino con el diálogo, el respeto, la búsqueda del bien del otro, la misericordia y el perdón”. Y en cambio, ¡cuántas veces hay violencia en las relaciones familiares! Es necesario que nos reconozcamos los unos a los otros como dones sagrados dotados de una inmensa digndad.

A escala mundial, el obispo de Roma explica que “la no violencia practicada con decisión y coherencia ha producido resultados impresionantes”. Y recuerda los éxitos obtenidos por Mahatma Gandhi y Khan Abdul Ghaffar Khan en la liberación de la India, y de Martin Luther King Jr. en contra de la discriminación racial. Dice, también, que en especial las mujeres son frecuentemente líderes de la no violencia, como por ejemplo Leymah Gbowee y miles de mujeres liberianas que han organizado encuentros de oración y de protesta no violenta obteniendo negociaciones de alto nivel para la conclusión de la segunda guerra civil en Liberia.

Me venía a la mente que en mi pueblo, Calonge, la madrugada del 25 de abril de 1937, unas doscientas mujeres lideradas por Hortensia VIlaseca y Elisa Montaner, se enfrentaron a los milicianos armados y liberaron a los “ugetistas” encerrados en el calabozo del castillo. Esta valentía cambió el signo de la guerra en el pueblo y de paso en Catalunya.

El Santo Padre nos pide que en el 2017, nos comprometamos con nuestra oración y con nuestra acción a ser personas que aparten de su corazón, de sus palabras y de sus gestos la violencia y a construir comunidades no violentas que tengan cuidado del planeta, la casa común. Es lo que hacen las madres, tener cuidado de casa. Es lo que hace María. Realmente la no violencia activa, hace maravillas.

Texto: Jaume Aymar
Voz: Javier Bustamante
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza

 

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