En la fiesta de la Presentación al templo, llamada también de la Candelaria, conmemoramos el día en que José y María llevan al pequeño Jesús al templo, según la tradición judía, para la purificación.

El nombre de Candelaria tiene que ver con candela, es decir, con la luz. Cuando María y José presentan el niño en el tamplo, aparecen dos personas grandes: Ana y Simeón. Estos dos ancianos vivían esperando la promesa de que vendría un mesías a liberar al pueblo judío. Ambos ancianos, profetizan sobre Jesús diciendo que es el mesías esperado. De esta manera, sacan a la luz pública la misión de Jesús.

Tanto María como José guardan en sus corazones las palabras de estos profetas. Con sorpresa y con misterio. ¿Qué será de su pequeño Jesús que fue a nacer en medio de sucesos fuera de lo común y ahora gente desconocida habla de él como “el esperado”?

Una de las palabras que Simeón dice a María en el templo es que Jesús será motivo de “contradicción”, ya que algunos caerán y otros se levantarán. Años después veremos que Jesús no es que viniera a sembrar división, sino que su testimonio y su palabra no dejaban indiferentes a quienes le conocían. Invitaba al cambio interior, a abrir el corazón al amor de Dios. Y este cambio muchas veces implicaba renunciar a la comodidad y al egoísmo.

Y es que, Jesús, cuando llegó su momento se fue levantando como la voz de Dios en medio del pueblo. El Espíritu Santo lo conducía y su acción cuestionaba muchas veces a la injusticia de las leyes y de quienes las ejercían. También ponía en evidencia la dureza de corazón y la falta de amor de quienes se decían seguidores. Su voz era la del Amor, que busca la igualdad, que busca a cada persona y la llama por su nombre y sin ignorar su historia.

La fiesta de la Candelaria es una fiesta intergeneracional. Los ancianos esperan que la nueva generación haga algo por el dolor del mundo. Los adultos acogen el presente con sopresa y también con dolor, no saben qué les espera a sus hijos, pero saben que les toca luchar por formarlos de la mejor manera. Los niños y niñas son aquellos capaces de movernos a ser mejores. Sin embargo, son quienes encarnan la libertad. Ellos no han pedido nacer ni tienen porqué cargar en sus espaldas los prejuicios ni los rencores de las generaciones pasadas. Hemos de enseñarles a vivir una libertad co-responsable; a que conozcan sus capacidades para que ellos las amen y las hagan crecer, y, por último, transmitirles el testimonio del amor de la mejor manera: amando.

Texto: Javier Bustamante
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza

 

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