De la infancia de Jesús no tenemos muchos datos. Básicamente aquellos relacionados con los aspectos legales de la religión judía. En el pasaje que conocemos como la presentación en el templo encontramos cuatro personas con nombre propio, además de Jesús. Por un lado María y José y, por otro, Ana y Simeón.
Ana y Siméon nos representan al pueblo de Israel envejecido, cansado por la dominación, apegado a la ley y al templo. Y, a la vez, nos hablan de un tipo de esperanza mesiánica que predominaba en aquel momento. La liberación del pueblo, un ideal que había de encarnarse en la persona de un salvador. Ambos ancianos profetizan sobre el niño Jesús y dirigen palabras al corazón de María. Ellos han pasado años esperando a que llegue la luz.
Por otro lado, encontramos a María y a José contemplando y acogiendo todo aquello que se dice sobre su pequeño hijo. A veces es desconcertante y misterioso. Ya lo fue el anuncio y el engendramiento… ¿Quién es este niño que llevan en brazos y que, como dice SImeón a María, será señal de contradicción?
Justamente, como punto clave de este pasaje encontramos la palabra “contradicción”. En su profecía, SImeón dice que unos se levantarán y otros caerán, como efecto de la presencia de Jesús. Se pondrá en cuestión el orden establecido. Y podríamos preguntarnos, ¿todo esto para qué? Para situar la dignidad del ser humano en su lugar.
Y es que, para que puedan construirse unas relaciones fundamentadas en el amor, han de caer aquellas que están basadas en el desamor, en el rencor, en el interés, en la mercantilización, en la esclavitud.
Simenón y Ana pudieron ver al infante Jesús, pero se quedaron como Moisés contemplando de lejos aquello prometido. En realidad no pudieron experimentar que la liberación que promovía Jesús es del corazón y que su revolución estaría basada en el amor.
Hoy podríamos preguntarnos, ¿cuáles son las contradicciones con las cuales vivimos? ¿Como podemos aprender de ellas? ¿Qué situaciones y actitudes nos alejan de los demás y tendríamos que hacer caer? Seamos dóciles al Espíritu Santo y dejémonos guiar por su luz, tal como lo hicieron Ana y Simeón, y así poder reconocer a Jesús presente en nuestra vida.
Texto: Javier Bustamante
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza
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