Situémonos en aquel desayuno pascual a la orilla del lago Tiberíades. Jesús se presenta resucitado a sus discípulos preparando las brazas y les pide que traigan lo que habían pescado recientemente. Lo reconocen y se acercan a compartir con Él esta nueva “eucaristía”.
En un momento aparte Jesús conversa con Pedro y le hace una segunda invitación a que lo siga. Este breve diálogo recoge, sintéticamente, lo que fue la relación de Pedro y Jesús.
Como cuando se conocieron, Jesús lo llama Simón -su nombre de pila. Y le pregunta en tres ocasiones si lo ama. Esto hace referencia a una progresión en el seguimiento de Jesús y a una toma de consciencia por parte de Pedro de aquello que está respondiendo. Además, le hace el encargo de que haga el servicio de ser pastor ante los demás seguidores.
Si tres veces negó Pedro a Jesús durante su captura, ahora serán tres veces la que afirme su amor por el Maestro. De entrada, Pedro no lo comprende y se entristece. Jesús no le pregunta porque dude de él, sino porque quiere que Pedro no dude de sí mismo ni de la elección que está haciendo. Se lo pregunta como Simón, para que al afirmar su amor por el Reino, pase a ser Pedro. Paso que da no porque Jesús se lo sugiera, sino por voluntad propia.
Pedro es un líder nato y Jesús lo sabe y quiere que esta característica suya sea un servicio para la comunidad, no un obstáculo. Desde esta clave es que le profetiza cómo habrá de morir: “ceñido por otro y llevado a donde no quiere”. Pedro está siendo llamado a seguir siendo líder -por su forma de ser-, pero de una forma nueva: sirviendo a los demás con su vida. A lo largo de la narración de los Hechos de los apóstoles vemos que esta transformación no fue inmediata. Pedro fue haciendo un itinerario de conversión hacia la universalidad del Evangelio y del legado de Jesús a la humanidad.
Igual que a Pedro, Jesús nos conoce tal y como somos. Él nos va llamando en diversos momentos de la existencia a vivir nuestra fe y nuestro “sí”, pero de una manera cada vez más adulta, resucitada. Cuando vamos adquiriendo cierta consciencia de lo que es el seguimiento de Jesús, no podemos continuar con una fe ni unas prácticas de niños recién catequizados Hemos de ir respondiendo con nuestra vida al amor de Dios, dejándonos llevar por el Espíritu Santo.
“Sígueme”, dijo Jesús a Pedro, ahora de una manera más definitiva.
Y también nos lo dice a nosotros: sígueme, tal como eres. Te quiero tal como eres, te conozco y te invito a seguirme desde tu condición.
La respuesta se encuentra dentro de nuestro corazón.
Texto: Javier Bustamante
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza
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