A veces el miedo y la baja autoestima nos hace econdernos y no mostrar lo que somos, los talentos que tenemos. Cuando nos comparamos, siempre pensamos que hay quien tiene más recursos en la vida y que por eso todo le sale bien.

En el evangelio de Mateo encontramos la parábola que nos habla de los talentos. En ella aparece un amo duro, “que siega donde no ha sembrado”. Y podríamos llegar a pensar que Dios es así y que nos pedirá cuentas de lo que habremos hecho con nuestras capacidades y oportunidades en la vida. Personalmente pienso que Dios no es así. Somos nosotros mismos quienes hemos de reflexionar qué hacemos con lo que somos.

Esta parábola, dirigida a los discípulos de Jesús, quiere animarlos a que no tengan miedo. De aquello que somos capaces, si lo creemos realmente, siempre podemos multiplicar los resultados. Lo importante es no esconder los talentos. Como aquella otra parábola que habla del candil, el cual se ha de colocar en un lugar donde pueda dar luz.

Todas las personas somos diferentes. Nuestras capacidades también lo son. Como servidores que somos unos de otros, es la calidad del amor que damos la que podemos hacer crecer mientras vivamos. Este es el talento común que no hemos de esconder, el de la capacidad de amar, y el cual nos hace más semejantes a Jesús.

Texto: Javier Bustamante

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