El papa Francisco en su pasada visita a Colombia animó a la iglesia a ser capaz de ser sacramento de unidad: La iglesia debe trabajar sin cansarse para construir puentes, abatir muros, integrar la diversidad, promover la cultura del encuentro y del diálogo, educar al perdón y a la reconciliación, al sentido de justicia, al rechazo de la violencia y al coraje de la paz. Ninguna construcción duradera en América Latina puede prescindir de este fundamento invisible pero esencial.

¿Cómo llegar a ese encuentro desde nuestra orilla?
Aprendiendo, fomentando, manteniendo y compartiendo la vida resucitada, de lo contrario volveríamos a caer en el desencuentro.
El papa recordaba en la eucaristía de Villavicencio, un pueblo como muchos en el planeta golpeados por la violencia: Este pueblo de Colombia es pueblo de Dios; también aquí podemos hacer genealogías llenas de historias, muchas de amor y de luz; otras de desencuentros, agravios, también de muerte. ¡Cuántas mujeres, desde el silencio, han perseverado solas y cuántos hombres de bien han buscado dejar de lado enconos y rencores, queriendo combinar justicia y bondad!

Instalarnos en el cielo prometido es vivir en itinerario continuo, donde el desencuentro se transforma en ejercicio diario de soledad y silencio, haciéndonos permeables desde nuestra raíz y pozo interno a la confianza, a la amistad, al trabajo en equipo, creando espacios, siendo casa para otros, escuchando necesidades que nos lleven al acuerdo, diálogo, confianza y cooperación.

Texto: Elsa Lisarazo
Fotografias: “Encuentro de María con su hijo resucitado”, Miriam Ramírez
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza

 


 

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