Por Javier Bustamante. Con cada Adviento comienza un nuevo ciclo litúrgico para los católicos. Comienza un nuevo año de aprendizaje de los misterios del seguimiento de Jesús. Es un tiempo de preparación, de detenernos y contemplar nuestra propia vida, tanto personalmente, como comunitariamente.

¿En qué momento estoy? ¿Cómo me siento? ¿Qué es lo que he vivido este año que ha pasado? ¿Hacia dónde me gustaría ir en este presente inmediato? ¿Cómo me encuentro con las personas que me rodean? ¿Qué tipo de mundo estoy ayudando a construir?

Sí, el Adviento es tiempo de preguntas. A menudo es más importante lo que nos preguntamos que las respuestas que inmediatamente queremos encontrar.

En el texto de Lucas, hacia el capítulo 21, el relator pone en boca de Jesús un anuncio apocalíptico donde habla de que vendrán señales en los astros y en la tierra que harán sentir miedo a la humanidad. Todo esto para poner énfasis en lo siguiente: “Cuando todo esto comience a suceder, enderezaros y alzad la cabeza, que vuestra liberación se acerca”. Y seguidamente nos habla de quitarle peso a las preocupaciones del mundo.

Podemos imaginarnos la pesadumbre, el ir con la cabeza agachada por el peso de todo lo que nos esclaviza. ¡Tienen que hablarnos los astros y las mareas para que entonces sintamos miedo y seamos capaces de abrirnos a la oferta de amor de Dios!

Jesús nos invita a velar y a orar para presentarnos sin temor ante Dios.

Tres verbos importantes para comenzar el Adviento: velar, orar y liberar.

Velar, que quiere decir ser conscientes, no dormirse, no dejar pasar, ser sensibles a las señales, y muy importante: esperar. Velar es esperar algo o a alguien.

Orar, que quiere decir abrir. Abrir el corazón, abrir las orejas, los ojos, la boca… Orar es ser consciente de la propia carencia y de cómo esta es el puente de contacto con Dios y con las hermanas y hermanos.

Finalmente, liberar. Que en el contexto del Adviento, quiere decir estar dispuestos a que Dios sea clave en nuestro proceso de ejercer la libertad que poseemos sólo por el hecho de ser seres vivos. Desde que nacemos somos libres, pero hemos de descubrir la libertad y ejercerla personal y comunitariamente.

Los cristianos somos, como toda la humanidad, profundamente celebrativos. Pero ponemos énfasis en celebrar los misterios de la vida desde el corazón de Dios. Dentro de unas semanas conmemoraremos el nacimiento de Jesús: ¡velemos, oremos y seamos libres para celebrarlo con el corazón gozoso!

Texto: Javier Bustamante

 


 

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