El evangelista Lucas nos relata la primera visita de Jesús al Templo de Jerusalén. Jesús es todavía bebé cuando José y María lo llevan en brazos allí. El motivo de la visita no está muy claro porque se trata de dos ceremonias diferentes. La purificación de la madre (que no necesita la presencia del niño) y la presentación del hijo primogénito al Señor (que no necesita de la presencia de la madre). No sabemos si a José y María les daba gusto cumplir estos rituales; el texto indica únicamente que fueron juntos y cumplieron lo que disponía la Ley del Señor.
En vez de relatar detalles de las ceremonias, Lucas describe el encuentro de José, María y Jesús con Simeón, un hombre justo y piadoso, que esperaba la liberación de Israel. Son más importantes los encuentros que los rituales. Simeón toma en brazos a Jesús y dice a Dios: “Ahora Señor, según tu palabra, puedes dejar que tu sirviente muera en paz, porque mis ojos han visto a tu salvación, que has dispuesto ante todos los pueblos como luz para iluminar a los paganos y como gloria de tu pueblo Israel” (Lc 2, 29-32). En medio de las multitudes que se encuentran en el Templo, viendo esta familia joven, Simeón proclama que se han cumplido sus esperanzas: la liberación de Israel y morir en paz. Y por eso alaba al Señor y bendice a los padres.
Hay un contraste muy grande entre la paz y la alegría de Simeón y las palabras que dirige a María después: una espada te atravesará el corazón. No se pueden entender sin darnos cuenta de una indicación que está al principio del texto: Simeón se dejaba guiar por el Espíritu Santo. ¡Sus palabras son proféticas, inspiradas por el Espíritu Santo! El Espíritu Santo no nos engaña, no pinta todo de color rosa… En el dolor como en la alegría, el Espíritu Santo nos guía con esperanza hacia la libertad y la paz.
Al pie de la cruz, una espada de dolor atraviesa el corazón de María. Guiada por el Espíritu Santo, María puede atravesar este dolor. Jesús esta vez no está en brazos de Simeón: está clavado en los brazos de la cruz. Pero ella confía, como Simeón, en que Dios cumple sus promesas. Guiada por el Espíritu Santo, la herida en el corazón de María se inunda de esperanza. Viendo más allá del dolor intuye a Jesús en brazos de su Padre. Tiene clara esperanza en la libertad y la paz prometida por Dios, clara esperanza en la Resurrección de Cristo.
En el mundo de hoy, hay tanto dolor de injusticia, de violencia, de miseria. La fiesta de la Candelaria es una luz en medio de las tinieblas, una fiesta trinitaria que nos recuerda que estamos invitados a dejarnos guiar, a volar con el Espíritu Santo. Él nos llenará de esperanza. Él nos guiará hacia la libertad y la paz.
Texto: Pauline Lodder
Voz: Javier Bustamante Enríquez
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretació de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza
Audio: Fiesta de la Candelaria: Luz que invita a volar con el Espíritu Santo
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