Este año (2020) la celebración de la Semana Santa está marcada por la pandemia del coranavirus llamado COVID-19. Las celebraciones cristianas siempre tienen (o deberían tener) una relación estrecha con la realidad: celebramos lo que vivimos y vivimos lo que celebramos.

Estoy sorprendida, porque nunca había visto tanta celebración del servicio y el amor: los aplausos de las 8 de la tarde… (en España la población confinada aplaude cada día a las 20h a las personas que trabajan en salud o servicios vitales). Me recuerda al jueves santo, cuando acostumbramos a celebrar el amor fraterno, en comunidad, en una iglesia, con unos rituales concretos. Es muy sorprendente celebrar el amor fraterno de una manera tan simple como es aplaudir desde una terraza o balcón.

Los que estamos encerrados, tenemos momentos de desesperación. ¿Qué hacer si no puedo salir a ver a mi padre que está en una residencia de ancianos, solo, quizás muriendo, y no me dejan ir a verlo? Me recuerda al viernes santo, me recuerda a Cristo en la cruz… Crucificado, inmovilizado, ya no podía ir a caminar hacia los pueblos, visitar a la gente, curar a los enfermos, consolar a los marginados, proclamar palabras de esperanza, anunciar el Reino de Dios. Clavado en la cruz, había una sola cosa que podía seguir haciendo como antes: amar… Y es lo que ha hecho, recordamos sus últimas palabras: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen; Hoy estarás conmigo en el paraíso… (Lucas 43).

Se habla mucho sobre qué pasará después de esta pandemia. Muy probablemente el virus no se erradicará del todo, siempre estará latente… En la post pandemia sabremos convivir mejor con este virus: evitaremos mejor el contagio, habrá vacunas, tratamientos, hospitales preparados, etc.

¿Me pregunto si la celebración de viernes santo nos ayuda a mejor convivir con la muerte: nuestra propia muerte y la de los demás? Porque Jesús no ha muerto para salvarnos de la muerte: ha muerto para capacitarnos a morir. No solo físicamente, sino morir a un estilo de vida…

En el silencio de nuestras calles, quizás comparable a lo que se vivió el sábado santo, mi clara esperanza no es que la pandemia pase, sino que sepamos pasarla. Porque pascua significa pasar.

Les invito a celebrar con intensidad el pasaje de la muerte a la Resurrección. Les invito a dar un paso hacia una vida nueva, con más amor, más solidaridad, más responsabilidad. La resurrección no es un regalo de consolación después de la muerte, no es una pieza de recambio para seguir una vida como antes. La Resurrección es la vida nueva que estamos invitados a vivir desde hoy. ¡Demos el paso! Felices Pascuas a todas y todos.

Texto: Pauline Lodder
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza

 


 

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