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Por Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza|2025-04-04T10:50:55+00:0012 marzo, 2025|

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En este mandamiento hay varios aspectos, el primero: no trabajar… No hay que ser legalistas, pensando si podemos o no coser un calcetín o cocinar; pero sí es importante pensar si apartamos realmente un rato para estar con Dios (pasar un rato a solas con Dios, cerrada la puerta). Dedicar un día al Señor. ¿Apartamos un rato para estar en familia, con el prójimo, con la comunidad cristiana, con los enfermos; para visitar a los que están solos; para ir a ver a los ignorantes, a los presos…? ¿Dedicamos un día a la semana a ver al prójimo necesitado y a alegrarnos con él para cumplir las bienaventuranzas (las obras de misericordia)? Esto es empezar a santificar las fiestas. Pero este mandamiento no es sólo no trabajar, también están todas las recomendaciones positivas de la Iglesia: ¿Vamos a las celebraciones…, y vamos cómo se debe? ¿Vamos con el traje de fiesta, como se nos dice en el Evangelio…? ¿Al empezar la Eucaristía, que es el culmen de las celebraciones, hacemos el acto del perdón? ¿Estamos en paz con los hermanos? ¿Hemos pedido perdón y hemos perdonado a los hermanos setenta veces siete? ¿De verdad perdonamos o simplemente asistimos a misa para cumplir con un precepto? ¿Hacemos de verdad lo que dice la Eucaristía, que es compartir la Palabra, estar de acuerdo con unas mismas creencias, ser capaces de dialogar a partir de una unidad, de una revelación? ¿Podemos llegar a un acuerdo porque procesamos una misma fe? ¿Compartimos el Pan y el Vino? ¿Compartimos los bienes? ¿Todo esto que hacemos en la Eucaristía, lo vivimos? Esto es santificar las fiestas. Todavía hay otro aspecto de este mandamiento: fiestas. Hay fiestas que son para santificarlas, pero además la sociedad hace fiestas: cuando hay una buena cosecha, cuando en una fábrica se ha logrado terminar bien una producción, cuando se ha hecho  una buena venta, cuando se casa un hijo… ¿Qué significa ahí santificar las fiestas: traer a Dios a mis fiestas? ¿Están hechas estas fiestas a la luz de Dios? ¿Estoy contento de saber que Dios Padre está presenciando estas fiestas, o de que Cristo está allí, porque somos cristianos nosotros? No tiene que ser una fiesta religiosa, puede que la fiesta se comparta con gente no creyente, pero yo, cristiano, creyente en Dios…, ¿cómo voy a hacer una fiesta y olvidarme de Él? Tengo que invitarle a mis fiestas… ¿Cómo puede ser una fiesta santificada si yo me he olvidado de invitar a Dios, de encomendársela, de pedirle ayuda para estar alegre en su nombre entre los demás? No podemos contentarnos con hacer fiestas cristianas, fiestas religiosas, si en el resto de las fiestas no contemplamos su presencia. Pongamos a Dios en medio de nuestras fiestas, sin tener que hacer una cosa confesional que irrite a los que no tengan esa religión. Convivimos todos, pacífica y armónicamente. Pero yo tengo que pedirle ayuda a Dios, llevarlo en mi interior a la fiesta y no olvidarme de Él, porque Él es mi alegría y mi mejor amigo. Es importante hacer fiesta, no basta con vivir en paz… ¡Se tiene que hacer paz y además fiesta! La paz sirve para trabajar y para llevar las cosas en orden, planificadamente, y así, luego, poder hacer fiesta. No basta con la mera paz, vivir en paz puede llegar a ser rutinario, hay que llegar a hacer fiesta, hay que ser organizadores de fiestas. Cuando Jesucristo quiere explicar cómo es el Reino de los Cielos, recurre al ejemplo del banquete, que es una fiesta. En la Biblia, está muy detallado cómo se tiene que celebrar una fiesta; es de las cosas que Dios más cuidó, con el pueblo de Israel. En aquellos tiempos, una fiesta duraba una semana: el primer día se terminaba de traer la comida, se hacían los pasteles, la carne… Al día siguiente, los viejos iban a pescar al río y los jóvenes a jugar al deporte en otro sitio. Otro día era para contar aventuras de la familia y reunirse todos; otro día, para hacer obras de teatro; otro, para pasear, etc. Eran varios días de encuentro, hasta que las personas quedaban saciadas y encontradas. La gente, el domingo por la mañana, todavía tiene cosas que hacer y el domingo por la noche está trabajando para lo que va a hacer al día siguiente. ¡Total, un ratito de fiesta! Y la fiesta tiene que tener un tiempo largo. Hay que atreverse a perder tiempo en fiesta con nuestros hijos, con nuestros hermanos. Ese tiempo que parece que está perdido, completamente inútil…, dejando hueco para que Dios esté en medio, es el tiempo que más une a la familia. El cielo debe de ser una fiesta donde todo el mundo esté bien y, además, que no se acabe. 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