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Por Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza|2025-08-01T10:13:43+00:002 agosto, 2025|

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  • ¿Cuál es nuestra esperanza?

    En la actualidad se ha ido normalizando la difusión por los medios de comunicación de noticias relativas al cambio climático, al panorama político o económico, la inmigración, la guerra y sus consecuencias, entre otras, que generan desesperanza,  incertidumbre, y a veces un sentir de pérdida de rumbo. ¿Pero qué es la esperanza, cuál es su alcance? Distinguiría dos planos: uno la esperanza como valor humano, y otro que lo trasciende, la esperanza como virtud teologal. Como valor humano la esperanza sostiene ya nuestro  presente, el aquí y ahora, pero está orientada a una expectativa de futuro que se abre fiable, pleno, con garantías de felicidad.  La persona con esperanza tiene un horizonte de sentido que la alienta a construir, a ensayar estrategias, a marcar una hoja de ruta con metas, incluso pequeñas metas, en las que persevera. Hoy en un mundo donde el individualismo, la división, el enfrentamiento, el aislamiento, se enraízan y destruyen a la persona, a los pueblos, sembrar esperanza, expandirla, es una exigencia para sobrevivir y hacer un futuro mejor. Por ello aunque la esperanza está en cada persona, y la hace resiliente  en la adversidad, tiene una fuerte dimensión social, es dialogante y está llamada abrirse a las expectativas que otros grupos puedan ofrecer. El papa Francisco en su catequesis nº 18 (2024-2025) afirma  que la esperanza es una virtud teologal porque no emana de nosotros, “es un don que viene directamente de Dios”. Explicando la carta encíclica Spe Salvis de Benedicto XVI : “Sólo cuando el futuro es cierto como realidad positiva se hace llevadero también el presente”, afirmó que si falta la esperanza, “todas las demás virtudes corren el riesgo de desmoronarse y acabar en cenizas” si no tenemos la certeza de “un mañana fiable, un horizonte luminoso, sólo quedará concluir que la virtud de la esperanza es un esfuerzo inútil”. Esta perspectiva del Papa nos lleva a contemplar que necesitamos la luz de una esperanza más honda, “más grande” (Benedicto XVI), y que perseverar en nuestros caminos, abandonados a nuestras solas fuerzas,  el valor humano  esperanza acaba por perderse, o incluso puede caer en el fanatismo. Siguiendo la reflexión del Papa Francisco “como cristianos nuestra esperanza no es por mérito propio, …cada cristiano cree en el futuro porque Cristo murió y resucitó y nos dio su Espíritu, es desde ahí como podemos afrontar nuestro presente”. La fe en su resurrección y la experiencia del amor con el que hemos sido salvados nos da la certeza de que ni los fracasos ni la muerte tienen la última palabra, y pese a las sombras que encontramos en la historia Cristo es una luz en nuestros caminos. Junto a El y muy cercana de nosotros está María su madre la que “guardaba todo en su corazón”. Es en la cruz, el viernes santo, cuando recibe de su Hijo la misión de ser madre de todos los que le siguen. María en la oscuridad del sábado santo con Jesús muerto, cuando  parecía haberse frustrado todo, guardó en su corazón la clara luz de la esperanza. En la Claraesperanza encontramos el gesto de una madre que nos acoge y alienta a esperar, desde la elocuencia de su estar silencioso nos interpela a  avivar esa llama de  esperanza activa en nuestro mundo. Madrid

  • Los X Mandamientos. I Mandamiento 6/6 a

      Amar a Dios sobre todas las cosas y no tener otro dios más que ése. (a)   En el Nuevo Testamento, se dice: «¿Cuáles son los mandamientos antiguos? Primero: Amarás a Dios sobre todas las cosas. Y segundo: Amarás al prójimo como a ti mismo». Es el gran resumen del Antiguo Testamento. El mandamiento nuevo del cristianismo es mil veces más importante y más exigente: «Amaos los unos a los otros como el Padre me ama a mí y como yo, Cristo, os he amado a vosotros». La medida es infinitamente mayor. Ya no es amar a los demás como yo a mí mismo. Eso es lo judío. Lo cristiano es: ama a los demás, como el Padre nos amó, con toda misericordia, haciendo salir el sol sobre justos e injustos y haciendo llover sobre buenos y malos; o como Cristo nos amó, o sea, perdonando al enemigo. Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a mí mismo. Desde luego que los cristianos, todos, amamos a Dios, pero, ¿amamos a Dios sobre todas las cosas, amamos a Dios como lo primero de nuestra agenda? Buscar su voluntad, buscar sus huellas, de Dios Uno y Trino. ¿Para mí, es lo más importante de este mundo? Segundo mandato: ¿Veo, yo, en cualquier persona, en cualquier prójimo, un ser humano de la misma dignidad que yo, que tiene que tener los mismos beneficios que yo, o los mismos consuelos que yo, y disfrutar de las mismas cosas que yo? ¿A cualquier ser humano, lo reconozco como criatura, con naturaleza humana, digna y necesitada, con quien debo repartirlo todo? ¿Le reconozco la misma dignidad de hijo de Dios y criatura de Dios? Porque esto es amar al prójimo como a uno mismo. En esto se resume toda la ley y los profetas. Y decimos amar, no decimos atender, ni gobernar, ni darle subsidio o limosna; decimos: amar, porque además necesita de nuestro afecto. ¿Yo trabajo, para que todo el mundo tenga el amor que necesita? Se lo dé yo, o se lo dé quien sea, pero que lo tenga. Que la gente tenga compañía, afecto, conversación. Estamos llegando a la cumbre del primer mandamiento. Cuando nosotros queremos cumplirlo este mandamiento ya es positivo: ama a Dios. Ama a Dios y ama al prójimo. Entonces una persona empieza a ser cristiana. Si yo estoy en amor a Dios y en amor al prójimo, quiere decir que yo estoy en paz; quiere decir que tengo que estar en buena relación con los demás y eso es lo que deseo. Ahora que hemos subido los diez mandamientos, en nuestro itinerario espiritual, nos hemos preparado para el sacramento de la Penitencia. Foto de Tammy Gann en Unsplash La persona que ha ido arrepintiéndose de los fallos al cumplir los sucesivos mandamientos, ahora quiere la paz, quiere la alegría, quiere la reconciliación: estar en paz con Dios y en paz con el prójimo. Esta persona está apta para el sacramento de la penitencia, el perdón de los pecados, y entra en el paraíso. Ahora sí que yo ya estoy con el nuevo Adán; aquí Dios se pasea, pero de una manera nueva, porque ya es por los sacramentos, ya estamos en amistad con Dios. La persona que ha hecho el esfuerzo de renunciar a las dos cosas a las que se renuncia en el bautismo, y luego, siguiendo a Dios, va cumpliendo los mandamientos y arrepintiéndose de sus pecados, entra en un paraíso: tiene paz honda, donde quiera que vaya. Le puede ir todo mal, puede encontrarse con situaciones completamente adversas a lo que él tenía pensado, se puede quedar incluso solo, pero tiene a Dios a dentro. Esa persona ya es un hombre nuevo, es una persona nueva, con Dios a dentro. Entiende, además, que cumplir las leyes de Dios es fructuoso, es útil, es benéfico, porque lo ha visto, cumpliendo los mandamientos. Ya está convencido —no porque lo diga la Iglesia, por miedo o por rutina, Y ya tiene ayuda en Dios y tiene carisma para no volver a ser frívolo, a no amar el mal, y luego, para no envidiar, no robar, no matar, etc. Donde  abundó el pecado, sobreabundó la gracia. Y esa persona ya está viviendo en la gracia de Dios, está viviendo pentecostés, está viviendo el Espíritu Santo. ¡Ya está instalado en el amor! ¡Ya está  en el paraíso! La alegría es un motor; es productora de energía. Una persona que tiene alegría, tiene dinamismo, tiene fuerza para hacer lo que tiene que hacer; tiene fortaleza. Foto de Lesly Juarez en Unsplash Si pudiéramos ponerles un título a las tres personas de la Sagrada Familia a partir del Evangelio, veríamos en él que María, es la llena de gracia. José es el justo. A Jesús se le ponen muchos títulos; san Lucas, en el Evangelio, cuando dice que Jesús fue a aclamar al Padre: “Padre, te doy gracias, porque estas cosas se las has enseñado a los sencillos de corazón…”, le dice: “lleno de alegría del Espíritu Santo…” De manera que si María es la llena de gracia, Jesús puede tener el título de lleno de alegría, lleno de alegría del Espíritu Santo. Por lo tanto, uno de los distintivos de los cristianos es estar llenos de alegría. Para formar parte de este nuevo paraíso, yo tengo que estar lleno de alegría. Sé que Dios me ha creado en un paraíso, o sea que Dios deseaba que fuéramos felices. Nosotros lo estropeamos por nuestra libérrima mala voluntad y yo sé que Dios vuelve a arreglarlo, a costa de la vida de su hijo, nada menos. ¡Yo tengo que estar, pues, lleno de alegría de que me quiera tanto!, de que incluso, aunque yo peque, Dios se las ingenie con amor para enviar un Redentor y arreglar las cosas que ya no tenían arreglo. ¡Yo tengo que estar lleno de alegría!, es la base para vivir en ese jardín: estar lleno de alegría. Alegría del Espíritu Santo, no … Leer más

  • Por la convivencia común

    Por la convivencia Común. El video del Papa / agosto 2025 https://youtu.be/1rUFruFoU1c?si=v8UmAZQGv5bSvGki  

  • Cuido y silencio

      Dialogos desde el silencio IX   Pauline Lodder nos va hablar a partir de su experiencia y vivencias. Importancia de buscar espacio de silencio. Y también invitar a las personas a hacer silencio… También nos hablará a partir de su experiencia de la importancia del Cuido! https://youtu.be/snFPTMtkYK8?si=OTiKNCPhwKF2cQTz  

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